miércoles, 18 de julio de 2007

LA TIERRA AL SPIEDO: EL ROL DE LA ECONOMIA

La humanidad hoy está alarmada por las posibles consecuencias del “efecto invernadero” o “efecto estufa”, tal como se lo llama en estas latitudes. En el reciente Foro Económico Mundial de Davos, los líderes mundiales vieron cómo el cambio climático, por primera vez en la historia, encabezaba la lista de preocupaciones globales. Causan gracia las declaraciones de ciertos personajes como Jackes Chirac (no precisamente famoso por su activismo medioambiental, su espiritualidad o su “sensibilidad verde”) cuando dijo: “Ha llegado el momento que se produzca una revolución, la revolución de la conciencia, la revolución de la economía, la revolución de la actuación política”. O el travestismo de algunos políticos, de repente convertidos en intachables paladines del ecologismo. Desde hace diez años aproximadamente, y desde que se realizara el primer Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático, para la comunidad científica las evidencias del mismo eran tan abrumadoras que no había lugar a dudas sobre el mismo. Hoy, esa toma de conciencia gestada hace más de una década, por fin ha tomado estado público. En efecto , no hay programa político o corporativo que no haya teñido de verde sus campañas comunicacionales: de repente todo es “eco”, “sostenible” y “verde”. Se ha incorporado en los planes y programas comunicacionales todo el vocabulario ecológico que los asesores de imagen, y “markenting medioambiental” puedan añadir. Se Trata en general de tranquilizar a la población o a los consumidores con políticas y/o “lanzamientos-onda- verde”, en las que todo tiende a calificarse de “ecológico” y “sostenible”,ocultando o banalizando las contradicciones, o los verdaderos daños ocasionados y sin mostrar la necesidad de cambiar los criterios de gestión, ni los patrones de comportamiento que originan toda esta problemática. Este discurso económico dominante está contribuyendo a desviar la atención de los principales conflictos ecológicos (y sociales) de nuestra época.
Pero volviendo al rol de la economía, no fue sino hasta los años 50 del pasado siglo en que esta disciplina comenzó con sus primeros esbozos de aproximación e interés por la “problemática medioambiental”.
La teoría económica clásica había considerado desde sus albores ,al agua y al aire, no solo factores de la producción gratuitos sino infinitamente disponibles en la naturaleza, y por ende fuera de todo tipo de consideración y análisis. Esto nunca favoreció un acercamiento de dicha teoría a los problemas medioambientales, hasta que estos empezaron a manifestarse en modo contundente en el mundo industrializado.
Cabe decir que hombre en el desarrollo de su actividades antropógeno-económicas siempre ha contaminado, lo que nunca había sucedido como hasta hoy, es que “el ritmo de sus actividades contaminantes superara en gran medida, a la capacidad de absorción de la tierra y sus ecosistemas”. Siendo este paradigma la base de todos los desequilibrios actuales.
Según la economía ecológica (nueva rama de la economía) el sistema económico necesita entradas de energía y materiales para la producción de bienes y servicios, produciendo dos tipos de residuos: el calor disipado (que junto a los gases, produce el efecto invernadero), y los residuos materiales, que mediante reciclaje pueden volver a ser parcialmente utilizados. Los servicios que la naturaleza presta a la economía humana no están bien valorados por el sistema contable de las contabilidades nacionales, característico de la economía neoclásica.. En efecto, la economía ecológica ha siempre declarado que hay cosas que tienen valor y no tienen precio, como la biodiversidad por ejemplo, que son imposibles de reflejarse en un sistema de cuentas contables como el de la Contabilidad Nacional y por lo tanto jamás se cuantifican las pérdidas.
Las nuevas especialidades de la economía, esto es, la economía ecológica y la medioambiental, ya implantadas en el mundo académico, no han conseguido ecologizar a la economía ordinaria, que sigue orientando en lo fundamental las decisiones sin reparar en los daños ambientales ocasionados. El reduccionismo del discurso económico imperante está ayudando más a encubrir que a analizar y resolver los problemas ecológicos y sociales que acarrea el comportamiento de la civilización industrial. Y ante la mayor sensibilidad de la población hacia estos temas, el mencionado discurso ha incorporado a su retórica la referencia formal a estos problemas: en las campañas de comunicación y lo discursivo–como dijimos- todo es “eco”, “sostenible” y “verde”. Para muchos exponentes del “pesimismo ecológico”, por ejemplo el anciano científico inglés James Lovelock, abandonar todas las practicas contaminantes actuales no nos serviría de mucho, hasta hace unos 50 o 100 años hubiera sido posible hacer algo, pero a estas alturas ya no habría manera de detener el proceso de deterioro inevitable y catastrófico. El padre de la teoría que lleva en nombre de la diosa griega Gaia, dice que es como ir dentro de un bote y estar demasiado cerca de una catarata, por mucho que rememos, no podremos evitar la caída.
Podríamos estar bailando una “dance macabre”, que nos reclasificaría como especie en caso de atentar contra nuestra propia supervivencia: de “homo sapiens” pasaríamos a “homo demens”, así nomás, en una sola vuelta de tuerca.


Fuentes: “The revenge of Gaia”, James Lovelock, copia PDF bajada de Internet. “Lo Mejor de Rosa Montero” Entrevista a James Lovelock, Espejo de tinta Madrid 2006, “Polis” Revista Académica de la Universidad Bolivariana, Venezuela Volumen 1, No. 1 2001.

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