lunes, 9 de julio de 2007

LA GENERACIÓN “YO

Jean Twenge, psicólogo de la universidad de San Diego, California, que consagró más de un año ( de los últimos seis del milenio) a la realización de un estudio sobre una población de 16.000 estudiantes de secundaria en los Estados Unidos. Ha titulado al resultado de sus fatigas : “Generación Yo: Por que hoy los jóvenes estadounidenses son más seguros, asertivos y –como nunca antes- más egoístas”.
Según la proposición del experto norteamericano –por mucho- “los jóvenes nacidos después de 1982, son la generación más narcisista en la historia reciente” de este país. Frases como “creo que soy una persona especial”, “puedo vivir mi vida como me da la gana” y “me gusta ser el centro de la atención”, fueron las respuestas más frecuentes dadas por los jóvenes en el sondeo del psicólogo.
Twengue afirma que las personas muy narcisistas, o aquellos que se caracterizan por tener una excesiva admiración de sí mismos, suelen ser más agresivos cuando insultan, cuando compiten en cualquier ámbito de la vida, o buscan permanentemente el reconocimiento del público. El estudio arrojó que los pibes que están hoy en la secundaria, son un 30% más narcisistas que los jóvenes pertenecientes a las generaciones predecesoras, conocidas como las “Baby Boomer” y “Generación X”. Estas conclusiones han sido aventajadas por estudios de las universidades de Michigan, Georgia y Alabama de sur, donde –a diferencia de Twengue- han bautizado a este colectivo como las generaciones “You tube” o “My space”, afirmando que estos jóvenes (hoy rondan los 20 años) son los más narcisistas de la historia social contemporánea de los Estados Unidos. El problema para nosotros los argentinos es que -como sabemos- lo que hoy es “tendencia” en USA, será mañana “moda” en Argentina y toda Latinoamérica.
Pero estos chicos -y parafraseando a Borges– “al igual que el universo y su infinita concatenación de causas y efectos”, constituyen una causa y una consecuencia al mismo tiempo. Una consecuencia porque no aparecen en medio de la nada: una cultura sensorial repleta de cuerpos glorio­sos, sapiencia hedonista, impacto visual (y publicidad encubier­ta) los ha precedido. Una cultura indiscutiblemente ególatra y audiovisual, enamorada de las imágenes que proyectan miles de millones de pantallas en todo el planeta, hace ya años que conspira a favor de la creación de un sueño embriagador, que paraliza el pensamiento y anestesia el alma con su seducción mediática.
Un fetichismo audiovisual, con nuevos tótems ante los que se inclinan los neo-devotos de esta cultura epidérmica en la que solo importa lo que se ve, reina soberano entre estos jóvenes. Y es aquí, en medio de este hábitat, donde hace ya años que el ciudadano, el habitante de la “civiltas” (la urbe, la “polis”) está siendo sustituido por “el consumidor”, embelesado, atontado y a su vez consumido, por la carrera hacia la satisfacción de deseos que se multiplican como las serpientes en la cabeza de la Medusa. Consumir como un fin, por y en sí mismo.
Y es que nunca antes en la historia de la humanidad, todo los valores de una civilización (entendida como mecanismo de convivencia y superación) han sido supeditados a lo económico, a los dictámenes del mercado, al consumo como un valor en sí.
América se sorprende ante esta generación que navega por la vida siendo incapaz de sentir un compromiso fuerte con otra cosa que no sea el propio ego. El narcisismo puede hacernos sentir bien y puede ser explotado para conocer a otras personas, y para presentarse en castings de programas como American Idol o Gran Hermano, pero inevitablemente esta actitud, cuando se generaliza, acarreará situaciones negativas para la sociedad en su conjunto. Es solo cuestión de tiempo.
Generaciones como la del “mayo francés” , con un fuerte compromiso social, motivadas por el ideal de un mundo mejor (y virulentamente combatidas por el estàblishment ) hoy evocan la nostalgia de una època en vìas de extinciòn.
Los nuevos movimientos contestatarios de los antiglobalización, nacidos en EEUU y Canadá, parecen un anuncio de cambio en las conciencias, pero el movimiento antiglobalización es digno hijo de su tiempo y posee en su ADN el mismo genoma desbaratado de esta época. Es un movimiento sin cabeza y sin una alternativa clara, acaso sin futuro. Pero quizá haya que esperar varias propuestas sin un rumbo claro, para que el mundo defina un rumbo eficaz a seguir. Aunque –coligamos- es poco esperable que esa propuesta venga de parte de uno de estos nuevos pibes de la “generación yo”. Porque algún día llegarán a los 40, y llegará el inevitable momento de tomar las grandes decisiones de un tiempo que –como mínimo- tendrá gravísimos problemas ecológicos. Un día dejarán de ser la consecuencia de una cultura para convertirse en la “causa” de un mundo nuevo..¿Será ese el principio del fin de la civilización del “American way of live”? ¿O el comienzo de un mundo mejor?.

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