sábado, 28 de julio de 2007

CUARENTA Y CINCO AÑOS SIN MARILYN



Estaba destinada –junto con el ratón Mikey- a convertirse en el icono más famoso del siglo XX, pero nunca lo supo. En efecto, cuando se la nombra no hace falta aclarar nada mas. Pero buceando en su biografía, uno puede percibir claramente como a dos personas contenidas en el mismo envase: Norma Jean Mortensen y Marilyn Monroe.
Quienes la conocieron afirmaban que se sentía una cualidad irreal, onírica, cerca de ella.
Podía ser la diosa bella (bellísma), refinada, majestuosa, procaz y un tanto vulgar que todos conocemos , esto es Marilyn. O una persona triste, solitaria, adicta, insegura de sí misma y frágil como una muñeca de porcelana: Norma Jean. Esta última pasa su infancia entre casas de familias adoptivas, primero y en orfanatos después. Nadie quería la niña para sí, como en una historia digna de Dickens. Una tarde, a la vuelta de la escuela, con ojos horrorizados, Norma Jean ve como unos enfermeros se llevan a su madre en pleno ataque de locura, atada a una camilla. Es una escena que ya le resulta precozmente familiar porque ha visto a su abuela –quien trató cierta vez de estrangularla- en el mismo estado antes de morir perdida en los laberintos de la demencia. Por eso Norma Jean, rehuye de su madre, ella representa la encarnación de una maldición que parece aquejar a su familia desde hace varias generaciones: locura y muerte. Odia y le fascina el olor a fármacos que –cual aura- ha rodeado el cuerpo de su madre y de su abuela desde que tiene uso de razón. Quizá por eso un año antes de morir ya se drogaba diariamente con Pentotal, Demerol (una suerte de morfina) Fenobarbital, y el famoso Nembutal con el que tratará de suicidarse en más de una oportunidad. A los quince años Doc Goddard, uno de sus padrastros circunstanciales la viola, tiene de èl un hijo que le obligan a dar en adopción a padres desconocidos y al que no verá ( ni se auto perdonará) jamás. Lena Pepitone, la que será ama de llaves de Marylin hasta antes de su muerte, en sus memorias nos describe a una Norma Jean frágil y doméstica, que poco tiene que ver con la diosa inalcanzable del celuloide. Esta mujer, un poco rolliza y con celulitis, adora la comida italiana, se tiñe artesanalmente el pelo en casa, no se sonroja al eructar, ni al soltar flatulencias. No es muy amiga del baño diario, llora con facilidad, puede comenzar la mañana temprano con un Blody Mary o espiar a un obrero de la construcción con el que fantasea sexualmente agazapada detrás de una ventana.
La carrera de Marylin Monroe –la otra- comienza casualmente, posando para una sesión de fotografías de propaganda bélica. De chicas que, como ella, trabajaban en una fábrica militar de paracaídas mientras sus maridos y novios combatían la segunda guerra mundial. Esto le abre las puertas a la revista “Yank”, a lo que le siguen treinta y tres vertiginosas portadas en revistas nacionales, un divorcio de su primer – e ingenuo- marido y un contrato con al 20th Century Fox. En 1947 ella es una de las jóvenes granjeras que pasea en canoa por el lago en el film Scudda Hoo! Scudda Hay! Pero su primer papel serio llegarà en 1950 con “La Jungla de Asfalto” de Jhon Huston. En 1954 se casa con la estrella de béisbol Joe DiMaggio, del que se divorcia solo nueve meses mas tarde. En 1956 comienza a estudiar actuación en el mítico Actors Studio de Nueva York, fundado por el no menos mítico Lee Strasberg, quien cuatro años más tarde leerá el responso fúnebre de su entierro. En 1957 es proclamada la estrella más popular del mundo al recibir el Golden Globe. El año anterior había desposado su cuarto y último marido, el famoso dramaturgo Arthur Miller al que le será absolutamente infiel como a todos los anteriores. Es que nadie se le resiste a la diosa del sexo, nadie. Esta “diosa” es quizá el constructo o la máscara más perfecta con la que la insegura Norma Jean se siente implacable, algo así como Clark Kent con Superman. Productores, actores, directores, cantantes, magnates, escritores, políticos o simples hombres sin nombre ni rostro –cuerpos de una noche- engrosan las innumeras huestes de sus conquistas. Marilyn no hubiera sobrevivido en la era del SIDA.
El mundo la desea, y los hermanos Jhon y Robert Kennedy pertenecen al débil rebaño de la humanidad. Del primero era amante ya casada con Miller ,y antes, cuando este era solo un joven y político ambicioso más. Siendo ya primer mandatario, le cantará a Jhon (totalmente borracha) el “feliz cumpleaños” más famoso de la historia. En esta época ya presiente que va a caer en el mismo pozo de su madre y de su abuela. Quizá por eso es que cuando la internan en la clínica Payne-Whitney nadie se atreve a confesarle que en realidad se trata de un manicomio. De noche grita como una posesa. No distingue la delgada línea que separa la realidad de la ficción. Norma Jean cree ingenuamente que Kennedy se casará con ella y convertirá a Marilyn en primera dama. Le falta una nada para morir en extrañas circunstancias, como sus dos ocasionales amantes los hermanos Jhon y Robert Kennedy .
Demasiados secretos compartidos, demasiadas amistades equivocadas y desapariciones de pruebas han levantado todo tipo de sospechas alrededor de sus muertes. Será necesario más de un cuarto de siglo para que, a la luz de nuevos datos e investigaciones se descubra la compleja trama que rodean el fallecimiento de estos tres personajes, sobre las que siempre quedarán puntos oscuros, como en una obra inconclusa de un gran escritor. El cinco de agosto de 1962 muere Norma Jean Mortensen pero es solo el comienzo de un mito: el de Marilyn. Las dos son complementarias e inescindibles para entender el complejo“todo” de esta rubia platinada que era cualquier cosa excepto una tonta y una hueca..


Fuente: Marilyn Monroe La Diosa del Sexo, Luis Gasca Ediciones Folio 2003

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