domingo, 8 de febrero de 2009

CUMBIO Y LOS FLOGGERS


Aunque hayan pasado veintiocho años, lo recuerdo como si fuera ayer: mi viejo parado en la puerta de mi cuarto, mirando su reloj pulsera, señalando un poster colgado en una de las paredes e intimándome: “Tenés tres minutos para sacar esa foto de ese degenerado de la pared de de mi casa”. El señor en cuestión era David Lee Roth (cantante de los –entonces- archifamosos Van Hallen) que, encadenado a una alambrada, miraba a cámara con una cara entre desafiante y libidinosa. Para mi viejo -que todo lo que no fuera Gardel y Sosa era afeminado- la visión de un tipo que usara pelo largo y aro escapaba a sus posibilidades de comprensión. Por más que Roth hiciera rock muy pesado, por más que –además- fuera famoso por tener un seguro contra paternidad que usó hasta que le negaron la póliza. Por más que cuando tocaron los Van Hallen en la Argentina fuera célebre una pancarta sostenida por chicas que decía: “David! Don’t fuck every argentain girl! Mis diecisiete años accedieron a la orden de mi progenitor, pero me juré una cosa: Jamás me convertiría en un viejo choto y tanguero como mi viejo. Y siempre -digo siempre- trataría de entender las nuevas generaciones y las expresiones de la cultura en cualquiera de sus formas, incluidas las más marginales y difíciles.
Entonces (hace poco) apareció “Cumbio”. Es decir, los medios hablaron ad nauseam de esta chica. No entendiendo la razón empecé a preguntar lo inevitable: ¿Por qué es famosa Cumbio?, bueno me encontré con que varios de los chicos (under 20) a los que inquirí no sabían la respuesta. Y los que tenían una, era bastante tautológica: “Cumbio es famosa porque tiene fama. Esto es, simplemente está y se hizo famosa y eso multiplicó su fama ¿?!!... Cumbio no canta, no baila, no actúa, no toca ningún instrumento. No escribe, no milita en ningún partido, no reza. No –hasta dónde sé- estudia… ¿Entonces Cumbio no es”? aventuré ante uno de de estos pibes de flequillo cortina-corrida. Error: Cumbio es alguien. Un alguien con mayúsculas, en un mundo en donde ser nadie es lo más frecuente. Y eso es lo que finalmente cuenta para esta generación desmechada. De ahí en que haya devenido en una líder de opinión (esponsorizada por Nike entre otros) ya que su sitio en Fotolog asegura literalmente millones de visitas.
Aprendí que hay dos palabras que definen el movimiento Flogger: Internet y el Shopping. Estos chicos interactúan en el espacio virtual primero, para luego juntarse en el “mundo real”, esto es: en un shopping, donde entre otras cosas quizá pelearán hasta matarse. O casi. No quiero aburrirlo al lector con Marc Augè, pero digamos que fue un etnólogo francés que acuñó el termino “no lugar” “para referirse a los lugares de transitoriedad que no tienen suficiente importancia para ser considerados como lugares". Entonces los floggers ¿Pondría decirse van de “no lugar” a otro? Esta nueva cultura –me pregunto- ¿Nace de la negación? y si no es así ¿Qué es lo que afirma este movimiento? Porque el tema de la ambigüedad sexual perece resbalarles olímpicamente, también lo de la alta o baja cultura de sus exponentes. No desconfían de las instituciones porque simplemente, prescinden de ellas. La industria discográfica –que siempre supo que venderle a los adolescentes- no sabe que venderles a estos chicos. Sería ingenuo hacer generalizaciones apresuradas ya que no toda la juventud argentina es flogger. Pero si son un emergente generacional de esta nueva prole que nació con Internet. Si esto es la punta de un iceberg ¿Qué es que esconde los siete octavos del témpano que se sumerge en los sustratos de nuestro inconciente colectivo y que da por resultado esta mezcla de nihilismo hedonista?
Los flogger me desubican, son la respuesta inesperada, la actitud imprevista en el momento menos oportuno. No entiendo su lenguaje (el supuesto castellano con el que se escriben) sus modos, su forma, su sustancia. Estos chicos me jubilaron. Con ellos no pude mantener la vieja promesa que me hiciera hace veintiocho años delante de mi viejo. Por primera vez en casi treinta años - escribiendo esto- me siento un viejo choto.

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