sábado, 13 de octubre de 2012

JAPON: EL IMPERIO SIN SEXO


Japón es actualmente uno de los países donde se practica menos el sexo en el mundo. Un estudio realizado por el gobierno japonés confirma el creciente desinterés por la pareja y el sexo en la sociedad nipona que, desde la década de los 70, ha visto bajar el número de matrimonios. El 60% de los hombres y el 50 % de las mujeres entre 18 y 34 años no tienen pareja. El informe sostiene que muchos de los jóvenes ni siquiera buscan una. También se  muestra el aumento de la edad de los casados; en 2010 la edad en la que un hombre se casaba era de 30,5 años, mientras que para la mujer era de 28,8; un aumento de 2,1 y 2,9 años, respectivamente, en las últimas dos décadas. En contraste, el estudio mantiene que la tasa de divorcios ha subido de manera constante desde 1960, llegando a un tope de 290.000 en 2002. La pregunta es: ¿Por qué el gobierno nipón se mente debajo de las sábanas de sus ciudadanos con tanta estadística? Bueno, para que nos hagamos una idea, Japón, de seguir por el camino que lleva, perderá alrededor de un 20 % de su densidad demográfica. Tales datos han alarmando a las autoridades, pues tal descenso de consumidores en un mercado maduro podría significar una catástrofe para la economía. Para paliar esta situación se han elaborado planes para fomentar el contacto personal, físico y la convivencia en el seno de cada pareja. Muy mal, muy mal hecho pues si uno se fija en los estudios sobre el tema verá que muchos japoneses han renunciado a cualquier tipo de actividad sexual porque se pasan la vida trabajando, y cuando no trabajan están cansados o estresados y copulan aún menos, pero ¿Es tan reduccionista la explicación? Según el Instituto Nacional de Sexología Japonés,”entre el 60 y 70% de las parejas de más de 40 años no mantiene relaciones sexuales”, y para evitar el contacto pronuncian educadamente una  palabra mágica: mendokusai, o “estoy cansado mamita” (mamita en jerga canchera  porteña).

Hombres herbívoros:

En este horizonte de “sol-naciente-sin-contactos” surge una nueva figura: los “soushokukei-danshi” (hombres herbívoros). El termino soushokukei fue acuñado por el escritor Maki Fukasawa en el 2007, estos hombres tienen como rasgos característicos el marcado desinterés por el sexo y las citas, el gusto por la ropa, la dieta, el apego a la madre, el ahorro, la necesidad de vivir una vida tranquila y alejada del estrés competitivo de la sociedad nipona.
Mujeres carnívoras
Por el contrario, la sociedad nipona también acuñó un término para referirse a las mujeres que buscan encontrar pareja, las nikushokukei-joshi (mujeres carnívoras), generalmente alrededor de los treinta (ancianas para contraer matrimonio según la tradición) y con el arroz a punto de pasárseles si no consiguen un hombre que les dé progenie (entre otras cosas).

En este punto, podríamos pensar que se trata de una cultura puritana y reprimida. O de una sociedad ultra disciplinada volcada en el trabajo, que ha dado la espalda a los placeres del erotismo. Pero la realidad es mucho más complicada e inquietante. Porque resulta que este Japón monacal, de pocos hijos y menos abrazos, cuenta con la más floreciente industria del sexo del mundo, con unos ingresos de 20.000 millones de euros al año que representan el 1% del PBI del país. Es más: no se trata sólo de la industria más potente sino también de la más refinada, la más variada, la más imaginativa y la menos púdica: las calles de Tokio ofrecen sin tapujos toda clase de reclamos publicitarios y toda clase de servicios; y sus ciudadanos los reciben y los usan con la misma naturalidad con la que comen sushi o compran el último modelo de iPhone.

¿Cómo decirlo? No es que en Japón estén desapareciendo las “relaciones sexuales”; lo que están desapareciendo son las “relaciones” en general mientras que el sexo sin relaciones, completamente autorreferencial, va ocupando un lugar cada vez más importante en la vida de individuos desconectados del mundo que no sienten la menor vergüenza en exhibir y proclamar esta desconexión. Esta riquísima, civilizadísima, libérrima industria sexual -con todo su aparato escénico e instrumental- está orientada a ahorrar el trabajo de las dependencias exteriores: el cortejo, la conversación, los preliminares, el otro mismo. Lo extravagante de este egoísmo es que quiebra la regla antropológica básica de los últimos 15.000 años según la cual el propio placer sexual estaba asociado precisamente a la existencia de otros cuerpos y al reconocimiento, aunque fuese negativo, de nuestra dependencia de ellos. El sexo en Japón se ha emancipado de los cuerpos, esas criaturas tan inmanejables, tan incómodas, tan exigentes, tan imprevisibles.

La preguntas son varias ¿El Japón está marcando una tendencia?, ¿Está marcando nuestro futuro? El colmo de la civilización, ¿será la masturbación industrial que exhibe su auto-erotismo como la máxima satisfacción y la máxima evolución a la que puede aspirar un individuo humano?. Llama la atención de esta extraña pereza cultural que la pornografía, las muñecas, los juguetes sexuales, fuente hasta ahora de estímulo y de insatisfacción, sucedáneos irritantes del cuerpo deseado, se han convertido en el objeto mismo donde se satisface el deseo. Esas imágenes, esas muñecas, esos juguetes, constituyen la superación completa de todas las imperfecciones y todas las molestias, al servicio ahora de un placer encerrado, como un molusco, en el propio cuerpo. En el propio yo.

“El infierno son los otros”, decía Sartre. Y los otros -sobre todo en Japòn- dan fiaca. Hasta ahora nos cansaba trabajar y nos cansaba también estudiar mientras que estábamos siempre dispuestos a reunirnos con unos amigos, ir a una fiesta, participar en el bullicio de una conversación, desnudar de nuevo con emoción el pecho del amado. Ahora lo que cansan son las relaciones. Sexo sí, relaciones no. La industria sexual en Japón refleja y alimenta una sociedad de perezosos masturbadores que pagan para no tener que ocuparse de sus mujeres o de sus novias; que pagan, en definitiva, para emancipar su propio placer de cualquier contacto exterior.

Recuerdo la novela (a la que recomiendo) “La casa de las bellas durmientes”, del Nobel de literatura Yasunari  Kawabata, un retrato poético del sentido de la abstinencia y el placer en esa sociedad tan avanzada pero con altos niveles de angustia y frustración. Donde uno de los personajes termina sentenciando…el sexo es lo que cada uno piensa de él.

 

1 comentario:

CiudadanoSudamericano dijo...

Interesante, aunque esto se está dando de seguro en Japón.

Por aqui por Sudamerica habemos unos pocos que tenemos una tendencia no igual..... tampoco parecida. Es solo que la situación economica es angustiante y no vale la pena el hacerse de responsabilidades que no uno no va a poder conllevar. Punto.