miércoles, 23 de mayo de 2012

Claudio María Domínguez: La posmodernidad en el discurso pseudireligioso

Ya que a Claudio María le gusta citar a los grandes maestros espirituales, empezaría este artículo citando un viejo adagio de los monjes budistas zen (quizá la fuente más seria, confiable y discreta en materia de meditación y aledaños): “El que sabe no habla, el que habla no sabe”. Pero si tuviéramos que tomar esta sentencia como punto de partida para juzgar al verborràgico María Domínguez estaría todo dicho, y yo debería terminar el artículo en esta frase. Pero quisiera (profesor de marketing al fin) analizarlo como fenómeno desde una perspectiva más académica. Más moderna, racional y –por supuesto- marquetinera.


El discurso de Domínguez es un típico discurso pseudoreligioso y posmoderno que surge (a riego de ser reduccionista) como reacción a la “modernidad”. Este último concepto filosófico, historiográfico y sociológico propone un mundo racional y de metas, o sea, en el mundo moderno cada ciudadano se propone sus metas según su propia voluntad. Se alcanza la meta de una manera lógica, racional y de esta forma se le da un sentido a la vida. En las acciones que se desarrollan para alcanzar la meta se establecen tres valores: libertad, igualdad y fraternidad.

Los hombres modernos gustaron identificarse con Prometeo de la mitología griega, que, desafiando la ira de Zeus, trajo a la tierra el fuego del cielo, desencadenando el progreso de la humanidad. Pero ahora llegan los postmodernos y dicen "¡dejemos el fuego del progreso de lado y disfrutemos de la vida!". Los postmodernos, olvidándose de la sociedad, concentran todos sus esfuerzos en la realización personal. Con mucha razón los estudiosos de estos fenómenos han hecho notar que el símbolo de la postmodernidad ya no es Prometeo, sino Narciso, que enamorado de sí mismo, carece de ojos para el mundo exterior. Los postmodernos niegan los grandes discursos racionales de la modernidad sin refutarlos, porque emprender el trabajo de refutarlos supondría que siguen tomando en serio la razón. La postmodernidad es la desvalorización de las grandes cosmovisiones. Es el tiempo del "yo", del “mi”, del “mío”, del intimismo solipsista. En el mundo de la espiritualidad, esta se ve impregnada de orientalismo, de tradiciones religiosas egocéntricas, o sea centradas en el yo (y no en el otro) capaces de librar al individuo de las conflictividad cotidianas y de la responsabilidad social.

Ahora se manipula lo sagrado, sometiéndolo a los caprichos humanos. Lo sobrenatural se doblega ante las necesidades naturales. La solución de los problemas de la Tierra está en el Cielo. De ahí vendrán la prosperidad, la sanación, el alivio. Las dificultades personales y sociales deben ser enfrentadas, no por medio de la política sino por la autoayuda, la meditación, la práctica de ritos, las técnicas sicoespirituales.

En las librerías de "best sellers" abundan los libros sobre la "meditación trascendental", las guías de cuidados para el cuerpo, los remedios para la crisis de la vida adulta, la psicuterapia al alcance de todos, el control mental, el Rei Ki, de técnicas sexuales sofisticadas etc. Todo esto se explica (dicen los sociólogos) porque en la raíz existe una pérdida de confianza en los proyectos de transformación de la sociedad, en los grandes discursos de las religiones tradicionales. Sólo cabe concentrar todas las fuerzas en la realización personal. Entonces aparece una neurasténica preocupación por la salud y la belleza física que se manifiesta en la obsesión por la terapia personal o de grupo, los ejercicios corporales y masajes, el sauna, la dietética macrobiótica y las vitaminofilias, la bioenergética, etc. y de los cuales Claudio Maria Dominguez es el gran portavoz en la Argentina. En realidad ( y ya en el terreno del marketing) Claudio es un gran maestro en la invención del discurso de lo verosímil, me explico:

No importa en qué cosas cree la gente (para Dominguez el mercado), sino cuales son las formas que utiliza para creer. De este modo lo aparentemente “inverosímil” se hace verosímil si se lo “dice” verosímilmente. Las grandes formas de “decir” que el mercado acepta habitualmente son cuatro:

1. El discurso maravilloso: es decir sitúa al consumidor en el universo de la fantasía. Es la verdad de lo fantástico.

2. El discurso “familiar”, es decir le brinda al consumidor la “tranquilidad” cálida y apacible de las historias cotidianas. Es la verdad de la seguridad.

3. El discurso “heroico”, es decir, el que convierte al consumidor en el protagonista de una escena triunfal. Es la verdad del éxito.

4. El discurso “dramático”, el que sacude al consumidor es sus conflictos afectivos. Es la verdad del consumidor.

Hay que admitir en estas cuatro formas discursivas Claudito, con sus gestos, su afectación, sus tonalidades de voz, con su lenguaje obsceno, ordinario y ultrajante (cuando se refiere a sus críticos) es un troesma… pero por la razón que sea, por fidelidad a sus creencias o por amor al dinero, su voz y su presencia se multiplica en una pluralidad de formatos. En TV conduce dos programas por C5N y tiene otros dos en Radio Pop, publica sus columnas en Infobae papel y digital, edita una serie de cuadernillos junto a la revista "Gente" y también su propia publicación, "Un mundo mejor", negocio que comparte con la esposa de Hadad, el millonario de medios. Usa estas tribunas para promover sus libros y sus charlas (acaso su actividad más lucrativa) a un público que no solo necesita desesperadamente creer en algo, sino paga convencido de que una parte de ese dinero es destinado a beneficencia…





1 comentario:

Alberto Pez dijo...

Un gurú hecho a medida de los argentinos.
Cierren los ojos, suban el volumen y el tipo es un personaje de Diego Capusotto.
Dejo este link como perlita:

http://cinefreaks247.blogspot.com.ar/2011/07/titulos-que-hicieron-historia-dejala.html