martes, 25 de junio de 2013

EL CINE SPLENDID Y “EXTASIS TROPICAL”



Íbamos con mi primo Horacio al cine Splendid en nuestra primavera hormonal y viril.
Vuelvo a empezar.
Con “El Horacio” -mi  primo- íbamos a ver a la Coca Sarli al Splendid… a su anatomía en general pero concretamente a una parte…o –mejor dicho- dos partes de ella en particular.
Otro error.
Con mi primo Horacio íbamos a los “trasnoche sin cortes” del Cine Splendid. Quedaba –como todo el mundo sabe frente a la estación de servicios de libertador y …. 
La fauna que se veía era variopinta, pero en generalmente eran adolecentes de sexo masculino cocinándose en el caldo de la propia testosterona. Por ese entonces el cine Splendid era el único  hábitat adecuado para contener estas huestes de efebos con la imaginación brotada.  Estamos hablando de principio los años ochenta, plena dictadura militar; el pleistoceno de internet. Lo más osado que se podía ver era a “la Coca Sarli” actuando mal, pronunciando peor, y duchándose desnuda en algún rollo de celuloide filmado por Armando Bo. Naciendo con espíritu de clásico ¿Vio?
Entonces caíamos al Splendid que –como todo el mundo sable- publicitaba su cartelera mediante coches con megáfonos que circulaban por puntos estratégicos de San Juan. El “locutor” estiraba las palabras de los títulos de los films con un dejo entre licencioso y negligente. Tratando de capturar futuros clientes supongo. Funcionaba.
Con mi primo Horacio teníamos la teoría que en realidad se proyectaba siempre la misma película, que cambiaba de nombres, formas y accidentes pero  – y cual arquetipo platónico- en realidad era una, única; y se llamaba “Éxtasis Tropical”. Daba lo mismo quien la dirigiese, quien actuase o cómo la publicitasen.
Debo decir otra cosa, el cine Spledid fue el primer cine que yo conozca que sufría de esquizofrenia aguda  o –como el dios romano Jano- tenía dos caras bien marcadas y opuestas: La de matiné y la de trasnoche sin cortes.
En la primera cara -la de matiné- viernes, sábados y domingos por la tarde desfilaban todos los personajes de Disney: Mikey, Donald, Bamby, Dumbo  y todo eso. Filas de infantes de las manos de madres y abuelas yendo a ver dibujitos animados con sus mejores ropas.
En la de trasnoche sin cortes: “Éxtasis Tropical” con todas las variaciones posibles e imaginables.
El “Síndrome de Jano” afectaba también al operador del cine, al que le llamábamos “el hermano Mila”. Me explico: Mila era evangélico y el único trabajo que había conseguido para mantener a su familia era el de operador en el Splendid. Su pastor le había dicho que el trabajo estaba justificado ante los ojos de Dios por la mitad de la matiné, pero que en la “otra mitad” debía orar y evitar mirar. Cumplir con su deber de operador, pero no caer en tentación de Satanás. Entonces Mila, siguiendo los consejos de su mentor espiritual, cometía errores garrafales en los cambios de rollo, lo que generaba quemazones constantes de película y la silbatina hiperbólica del público. Un atractivo surreal más del cine.  
Si debo ser absolutamente sincero, asumo que en el Splendid fui iniciado también en los placeres del cine “clase B”: craso, puro y duro;  no vinculado necesariamente al erotismo. Vi las peores películas de horror de la historia del cine y de mi vida. Las más bizarras, las más desatinadas,  las más splatter pero -parábolas de la vida- esas que hoy son consideradas “de culto” por los cinéfilos norteamericanos: “La tumba de Poe”, “Dr. Death”; toda la saga de “Viernes 13”, ¡Ojo! también Anniversary con Bette Davis  etc. etc. etc.
Hace poco volví a San Juan, tenía que dictar el módulo de una maestría. En el  camino obligado del remis, de paso a la facultad, estaba la puerta del  Splendid hoy convertido en un negocio anodino. Sentí en carne propia la sensación que Piglia describe magistralmente en su novela “La Ciudad Ausente”. Ese paisaje urbano que alberga parte de nuestro recuerdo, de nuestro pasado, de nuestra vida. Que es el mismo,  pero que ha cambiado…ergo, ya no es el mismo.

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