viernes, 21 de diciembre de 2012

VIERNES 21 DE DICIEMBRE: EL FIN DEL MUNDO SEGÚN LA PROFECÌA MAYA


Hace no mucho, solo doce años, una gran cuenta regresiva –la entrada del año 2000- se vivió con una combinación de euforia cronológica, combinada con ciertas dosis de paranoia milenarista. Sobre nuestras cabezas sobrevoló el fantasma de un peligro desconocido hasta ese entonces llamado efecto 2000. Las trompetas del Juicio Final no iban a sonar por nuestros pecados en el año 2000, ni se trataba de ningún meteorito que arrasaría la vida en la tierra sin remisión, como anunció oportunamente Hollywood en sus películas Armageddon o Deep Impact. La amenaza provenía de las computadoras, esos dóciles instrumentos creados por el hombre para ayudar en las tareas diarias. Un error de cálculo, la falta de previsión de los informáticos de años pasados, amenazaba con cortar el suministro eléctrico, paralizar hospitales, asesores, transformar computadoras y hasta provocar un holocausto nuclear. Afortunadamente todo quedó en la nada. Y nunca sabremos con certeza si se trató de un alarmismo exagerado o si realmente las cosas se hicieron tan bien, que se erradicó por completo la fuente de los posibles errores. Si se trató de “la madre de todas las paranoias”, o del mejor esfuerzo conjunto emprendido por el planeta en toda su historia (conocida). A los medios de comunicación no les fue mal haciendo titulares apocalípticos para aumentar las ventas. Las condiciones eran óptimas para la credulidad, el problema era muy concreto, una cuestión de ceros. Y si bien los antiguos romanos pudieron crear una civilización sin el cero, parecían inminentes que, por el contrario, la sociedad actual, se derrumbaría sin él. Por suerte no sucedió. De cualquier manera, por esa época y desde distintos campos de la cultura contemporánea se venía anunciando un grand finale.

 

Estos últimos años del milenio vinieron a coincidir el fin de la modernidad proclamado por Gianni Vattimo, el fin de la historia según Francis Fukuyama o el fin del arte que argumentaron Arthur C. Danto y Hans Belting. Todo lo anterior en un mundo que ya había vivido el fin de las ideologías y el crepúsculo de los dioses. Se había abusado de ese afán apocalíptico y como ironizaba David Brooks[1]: “La dificultad de escribir un libro que hable del fin de algo consiste en encontrar cosas que aún no hayan finalizado. La historia, la igualdad, el racismo, la tragedia y la política ya no están disponibles y La muerte de…acapara casi todo lo demás”.

 

El 31 de diciembre de 1999 pasó y no notamos mucho la diferencia con el milenio pasado. Todo pareció seguir en el mismo sitio donde quedó el siglo XX, incluidas nuestras propias debilidades y nuestras grandes contradicciones.

 

Pero como si lo anterior no nos hubiera bastado, inmediatamente empezado el nuevo milenio, surgieron en el horizonte apocalíptico “Las Profecías Maya”. Y cuyos exégetas (la mayoría improvisados, sin conocimientos de lingüística, antropología, arqueología y un largo etc) comenzaron a decir que el 21 de diciembre se acababa el mundo o –en el mejor de los casos- empezaba una nueva era. Que nos teníamos que deshacer de todo lo anterior para entrar en una nueva época en la que habíamos encontrado una nueva fecha fija. Si usted está leyendo esto el viernes 21 de diciembre del 2012 sabe que eso no ha pasado. No han ocurrido catástrofes, no se han abierto los cielos, no se ha estrellado ningún meteorito, no ha llegado ningún “rayo sincronizador” del centro de la galaxia. Sabe que no vivimos en el rutilante comienzo de un nuevo milenio, sino en el turbulento epílogo un milenio que todavía agoniza. Uno de los más contradictorios y crueles de la historia humana (conocida).

 

Epilogo:

 

Quiero cerrar con una reflexión de un gran periodista argentino, un gran desmitificador, Alejandro Agostinelli:

 

A las 00:01 del 22 de diciembre de 2012 todo lo que se dijo sobre el fin del mundo será inútil. Si la "profecía maya" coincide con una catástrofe real, a nadie le importará la teoría: los sobrevivientes estarán demasiado ocupados en salvar el pellejo. Si las "profecías" son, como cualquier persona informada sabe, puras habladurías, tampoco importará: sólo se confirmará la gran habladuría universal y la inaudita exageración de los medios que promovieron la idea para hacer rating haciendo temblar a los más creyentes y entreteniendo a los escépticos, pues tanto unos como otros cambiarán rápidamente de tema. Al final de "la cuenta larga" los más entusiastas del "apocalípsis" o el "cambio de era" serán los menos interesados en mantener viva la cuestión...

 

 

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