martes, 2 de marzo de 2010

TODOS SOMOS FORT


Escribir sobre Fort me molesta. Primero porque sé que es como escribir sobre la nada a sabiendas de ello (¿Quién hablará de Ricardo dentro de cien años?). Segundo, porque soy conciente que al escribir sobre él he caído en la trampa, en la estrategia del millonario. Por exceso o por defecto el hipertrofiado ego de Fort quiere que hablen de él, quiere estar presente, en primera línea. No importa como.
Tercero: me siento en cierta medida tributario de la fortuna de los Fort: cuando era niño gasté lo que no tenía en comprar las sucesivas –y geniales- colecciones de muñequitos que venían en los chocolatines Jack, ergo, me considero harina que los Fort utilizaron para amasar su gran fortuna. Yo -indirecta y lejanamente- he contribuido a solventar su extravagante estilo de vida.
¿Es de verdad o de mentira la cara de Fort; su improbable quijada; el físico de Fort; la/s novia/s de Fort; la sexualidad de Fort; los hijos de Fort; el ejército de efebos musculosos que le “guardan las espaldas”?
¿Es de verdad o de mentira lo que se ve en sus “realitys shows?
¿Es verdad o es mentira lo que nos cuenta Ricardo de si mismo? La verdad es que no importa. Por un lado esa máquina de procesar carne llamada “programas de chimentos” ha capitalizado y agradecido el “fenómeno Fort”, ya que ha llenado y dado letra a un (ya empobrecido) espacio digno del Nóbel a la descerebración colectiva.
Por otro, de un tiempo a esta parte la psicología insiste en que apenas podemos vivir sin mentir, en que el hombre es un animal que miente, es más, la vida en sociedad suele exigir esa dosis de mentira que llamamos educación y Ricardito no es la excepción ala regla. En ese sentido se parece a don Quijote o a Madame Bovary, otros dos grandes mentirosos, o egos desequilibrados que como Fort, no se conformaron con la grisura de una vida real y se inventaron una heroica vida ficticia (¿Hace falta aclarar que en medio del lujo ostensivo, se puede perfectamente vivir en la grisura?). Solo que en vez combatir molinos de viento, o de entregarse a pasiones que llevan directo a la muerte, el “heroísmo” de Fort consiste en la propia infatuación del poder de consumo: Mansiones, viajes, aviones privados, Rolls, Rolex de oro, jugar a ser cantante etc, etc etc
Està claro que Fort no es Don Quijote o Madame Bovary. Dicho en esos términos, el hecho que gran parte de la audiencia lo admire, lo legitime y desee emularlo. Que gran parte de la gente vea al consumo como un hecho que “realiza”, como un valor en sí mismo, habla de un abrumador cambio en nuestros “usos y costumbres”… en el mejor de los casos.
De admirar valores éticos como el auto sacrificio, la renuncia etc. Etc.; hemos pasado hacia la admiración de lo estético con una gran dosis de hedonismo (fórmula magistral para la caída de tantos imperios a lo largo de la historia), así –creo- hemos construido un mundo incapaz de dejar de pensar en la pelusa de su ombligo (¿O incapaz de pensar?), aburrido de su propio entretenimiento, consumido por las compras y acelerado hasta la náusea. Reina una suerte de idolatría visual que alimenta una cultura epidérmica y narcisista. En la que sólo cuenta lo que se ve, en la que el mundo del espíritu se devalúa día a día a una velocidad despreocupada. Es curioso comprobar como la raíz griega de “narciso” es “narkosis”, que significa adormecido, embriagado. En el mito griego, Narciso es un enamorado de sí mismo, de la belleza de su cuerpo, de la propia imagen refleja en el agua. Como la planta soporífera que le da nombre, el narcisismo nubla la conciencia, y esta cultura (de la que Fort es solo un patético emergente) es decididamente autocomplaciente. Vivimos una cultura ególatra y “voyeur”, que se embriaga voluntariamente con la contemplación de imágenes como un fin en si mismo. Sin mayor porvenir.
Pero eso es harina de otro costal.
Más allá que Ricardo nos haga constantemente recordar que siempre hay alguien que hace más cosas, que es más deportista, que disfruta más o que triunfa mas joven. Creo que hay algo en la vida de Fort, como en la del Quijote, o de Emma Bovary, que nos atañe profundamente a todos: todos representamos un papel; todos ocultamos algo; todos -en alguna parte- somos quienes no somos, en ese sentido todos -de algún modo- somos Ricardo Fort... Por eso nos interesa tanto.


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2 comentarios:

Pelatusar dijo...

Muy bueno lo que escribis, lo lamentable es que haya tanta gente preocupada por ser como este chavon, y eso, da verguenza ajena!! ...como minimo!

Rodolfo Ruiz dijo...

Cuando yo era niño, y este personaje no existía, consumía sin impedimentos ni prejuicios chocolatines Jack, Paragüitas y hasta gallinitas de licor.
Hoy que el azúcar ya es un vago recuerdo en mi dieta, y este señor sale todos los días en la televisión, tengo tanto impedimentos físicos como fuertes prejuicios para consumir un simple bonbón de licor.
No te preocupes tanto si te molesta escribir sobre este tipo o si apagás la tele al verlo, es simplemente intolerancia a los carbohidratos refinados.