miércoles, 14 de enero de 2009

AQUELLO DEL CASORIO


La generaciones de antes se casaban para siempre. Mis padres y abuelos dieron un “si” con aspiraciones de eternidad. Ni se les pasaba por la cabeza aquello de separarse, por ese entonces era inconcebible. Es cierto que también debido a ello, buena parte de estas generaciones pasaron literalmente su vida en el amargo “Lecho de Procusto” (bandido mitológico que tras asaltar a los viajeros los recostaba en lechos de distinto tamaño. Para adaptarlos, a los altos les cortaba los pies y a los bajos los estiraba con crueldad y violencia). Pero la generación actual, digna hija de la sociedad de consumo -se me ocurre- al contrario que las anteriores parece tener camas descartables. Se casan y descasan con una facilidad vertiginosa. Conviven primero y luego se separan cuando se casan, o sea, se casan para poder separarse. A estos pibes (27 a 35) yo tiendo a observarlos con los ojos de un entomólogo: saben ser más libres que las generaciones anteriores ,y muchos de ellos son “monógamos seriales” convencidos , esto es, individuos que son absolutamente fieles a una colección indefinida de mujeres fungibles a lo largo de sus vidas. Piden lo que quieren y exigen lo que se merecen y si no lo tienen.... “a otra cosa mariposa”.Quizá en términos de estricta hipocresía las cosas hallan mejorado respecto del pasado. Pero a este escenario de matrimonios y relaciones desechables –para mí- le calza de maravillas una palabra alemana que describe la situación: “Schlimmbesserung”. Una mejoría que empeora las cosas. Porque nada fue cono nos dijeron que iba a ser. El mundo cambió precipitadamente y a veces sentimos que el tejido social compuesto -entre muchas otras cosas fatalmente interconectadas- por familias anacrónicas, jóvenes hijos, drogas y alcohol, comienza a deshilacharse.¿Dónde está el punto de equilibrio?¿En qué fallamos, si es que fallamos en algo? La generación anterior ¿Hizo mal sus deberes?¿Es un mal argentino esto de oscilar entre extremos?.
Abundan los libros con justas críticas al machismo y a la sociedad androcèntica escrito por “Ellas”. Pero da la casualidad que este es un artículo escrito por un varoncito de la especie. Varón que no puede dejar de preguntarse lo que alguna vez se preguntó aquel hombre excéntrico y maravilloso llamado Freud: “¡Mi Dios! ¿Qué quieren las mujeres?”...cuando éramos recolectores nos quisieron cazadores. Cuando fuimos cazadores nos quisieron agricultores. Luego, como esto no alcanzaba, nos quisieron limpios y bien vestidos (abogados, contadores, bancarios) en vez de machos alfa malolientes, hirsutos, semidesnudos y armados. En la década del 60 del siglo pasado quisieron la igualdad total y la tuvieron: la cogestión de todos los estamentos sociales y el sexo libre con pluralidad simultánea de braguetas. Luego quisieron papás maternales que compartieran la carga de criar a los hijos, cambiar pañales, lavar, planchar y hacer las compras. Y ahora que han domesticado a los hombres, afeminado a la sociedad (a un punto tal que se está hablando de “machos suaves”, “machos light” etc.) ¿Qué buscan las mujeres de hoy?...Sí, hombres rudos y fornidos. Camioneros, estibadores de musculatura ondulante y piel sudorosa. Que no sepan distinguir entre Borges y los Borgia o el Rey Lear del Rey Leòn, da lo mismo. Mientras tengan ese “no se qué”, ese impulso vital del macho fuerte de la especie.... el círculo se ha cerrado.
“Cuando los conoces son amables, divertidos y cariñosos” –me dice una amiga, la Pato Gerenstein- “después parecen olvidarse de todo y te llevan a la cama como tipos de las cavernas”.
-“Si” – le respondo lacónico y pensando en todo lo anterior...
¿Por qué será tan difícil admitir que algunas cosas simple y llanamente no tienen solución?
Todavía no muere lo viejo para dar paso a lo definitivamente nuevo y fresco. Esto nos conducirá a otro tipo de visión de la vida, de donde emergerá un nuevo tipo de sociedad con otro tipo de valores, síntesis de lo anterior. Mejor séllese y archívese hasta el próximo siglo.

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