Hay un gran River-Boca en el pensamiento social contemporaneo: “el estructuralismo” versus “el culturalismo”. Según la visión estructuralista, hay un realidad de fondo que condiciona todo lo demás, esta realidad es económica, llegando muchas veces determinar la sociedad y sus instituciones. Este modo de interpretar la realidad puede rastrearse en el pensamiento de Karl Marx, a mediados del siglo XIX, y también en la de sus “archienemigos”. Quiero decir, hay rastros de esta visión tanto en el desarrollismo que tuvo tanto auge entre nosostros en los años Cicuenta y Sesenta, como el economicismo liberal típico de Alvaro Alsogray o un Alberto Benegas Linch, cuya fuente de inspiración fué el pensamiento Ludwin von Mises.
El desarrollismo proclamba que antes que nada había que buscar el desarrollo económico, el aumento del PBI y su cuantía, entonces, el resto “vendría dado por añadidura”. En cuanto a los economicistas liberales
( que anteponían el liberalismo económico al liberalismo poítico y filisófico), si bién imaginaban un sistema económico el las antípodas del de Marx, creían que todo radicaba en acertar en la elección del sistema económico y que lo demás - la política, la justicia, la cultura- sería en definitiva una consecuencia de esto .
Al comenzar este siglo, un ex comulgante de las ideas de Marx, Max Weber, disparó cotnra el corazón del estructuralismo una zaeta intelectual. En un libro que ya es un clásico “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, el sostuvo que un hecho económico como el surgimiento del capitalismo a partir de los siglos XVII y XVII, lejos de ser la causa de epifenómenos políticos y culturales fue el efecto de un hecho cultural: la revolución religiosa del puritanismo protestante. Así nació la segunda de las corrientes “el culturalismo”.
Según esta visión, lo que pasa en la mente no es el resultado de lo que pasa en la realidad, sobre todo en la realidad económica, sino a la inversa: Loque pasa en la realidad, primero pasó en la mente. En el plano teórico o académico ( como suele pasar muchas veces ) las dos escuelas se equivocaron, y las dos tuvieron razón. En el “Caso Argentino”, si nos remitimos a los hechos, yo soy un “hincha culturlista”. No pretendo negar miopemete que los reveses experimentados por el Sur en el pasado decenio se debieron en gran parte a factores externos hostiles. Sería una ingenuidad de mi parte, y de quién creyera lo contrario, negar el rol perverso del el FMI y el Banco Mundial. Creados con el objetivo de hacer un mundo mas justo, son ahora receptores netos de recursos de los países cínicmente llamados “en desarrollo”. Pero sigo sosteniendo que detrás cada “acto fallido” de la Argentina hay un hecho cultural y no económico. Hay un momento maldito en el cual el poder nubla la mente de nuestra clase dirigente ( si solo nos referimos a ella ), lo lícito y lo ilícito ceden lugar a aquello que se puede y no se puede hacer: ahí empieza la corrupción y si - como dice un dicho árabe - “ el príncipe arranca una naranja del árbol, el pueble se llevará hasta las raices ”.
Llevamos como mínimo menos medio siglo de copia irreflexiva de “modelos” y recetas que no nos han llevado a nada. La Argentina sigue sin encontrar su propia identidad, su propia voz interior.
El propósito manifiesto del desarrollo era combatir la pobreza, la ignorancia y la enfermedad. Casi inevitablemente, los países del Sur adoptaron como modelos a los países que parecían haber eiminado esos males: los países desarrollados. Pasaron por alto que los primeros adelantos económicos en esos países habían sido acompañados de pobreza, sufrimiento e injusticia concomitantes, así como que el Sur tenía que trabajar en pro de sus objetivos en circunstancias muy diferentes.
La última copia irreflexiva fué el modelo neoliberal defendido a rajatablas con fé de conversos, pero con consecuencias a la vista. Se nos pasó por alto un pequeño detalle: las socedades dónde nacen esas teorías que luego devienen en modelos, son anglosajonas, ergo, protestantes. Hay una diferencia de perspectivaemtre nosotros y ellos, profunda, abismal: tanto como la diferencia entre el gaucho y el cowboy. Uno glorifica el éxito económico, la riqueza y la violencia. Su ética está impreganada de ascetismo: ascetismo del cuerpo, del trabajo, del éxito.
En cambio el gaucho, resultado de la mezcla entre el indio y el conquistador español, vivió al margen de dos conceptos, de dos visiones de mundo que inevitablemente se enfrentarían colapsando para dar lugar a una nueva visión. No es casual que se vea en él uno de los símbolos mas fuertes para tratar de encontrar un principio de identidad nacional. El gaucho supo encontrar su tiempo, su medida, su identidad y su propia voz. Whe aren't gringous, man!!
El desarrollismo proclamba que antes que nada había que buscar el desarrollo económico, el aumento del PBI y su cuantía, entonces, el resto “vendría dado por añadidura”. En cuanto a los economicistas liberales
( que anteponían el liberalismo económico al liberalismo poítico y filisófico), si bién imaginaban un sistema económico el las antípodas del de Marx, creían que todo radicaba en acertar en la elección del sistema económico y que lo demás - la política, la justicia, la cultura- sería en definitiva una consecuencia de esto .
Al comenzar este siglo, un ex comulgante de las ideas de Marx, Max Weber, disparó cotnra el corazón del estructuralismo una zaeta intelectual. En un libro que ya es un clásico “La ética protestante y el espíritu del capitalismo”, el sostuvo que un hecho económico como el surgimiento del capitalismo a partir de los siglos XVII y XVII, lejos de ser la causa de epifenómenos políticos y culturales fue el efecto de un hecho cultural: la revolución religiosa del puritanismo protestante. Así nació la segunda de las corrientes “el culturalismo”.
Según esta visión, lo que pasa en la mente no es el resultado de lo que pasa en la realidad, sobre todo en la realidad económica, sino a la inversa: Loque pasa en la realidad, primero pasó en la mente. En el plano teórico o académico ( como suele pasar muchas veces ) las dos escuelas se equivocaron, y las dos tuvieron razón. En el “Caso Argentino”, si nos remitimos a los hechos, yo soy un “hincha culturlista”. No pretendo negar miopemete que los reveses experimentados por el Sur en el pasado decenio se debieron en gran parte a factores externos hostiles. Sería una ingenuidad de mi parte, y de quién creyera lo contrario, negar el rol perverso del el FMI y el Banco Mundial. Creados con el objetivo de hacer un mundo mas justo, son ahora receptores netos de recursos de los países cínicmente llamados “en desarrollo”. Pero sigo sosteniendo que detrás cada “acto fallido” de la Argentina hay un hecho cultural y no económico. Hay un momento maldito en el cual el poder nubla la mente de nuestra clase dirigente ( si solo nos referimos a ella ), lo lícito y lo ilícito ceden lugar a aquello que se puede y no se puede hacer: ahí empieza la corrupción y si - como dice un dicho árabe - “ el príncipe arranca una naranja del árbol, el pueble se llevará hasta las raices ”.
Llevamos como mínimo menos medio siglo de copia irreflexiva de “modelos” y recetas que no nos han llevado a nada. La Argentina sigue sin encontrar su propia identidad, su propia voz interior.
El propósito manifiesto del desarrollo era combatir la pobreza, la ignorancia y la enfermedad. Casi inevitablemente, los países del Sur adoptaron como modelos a los países que parecían haber eiminado esos males: los países desarrollados. Pasaron por alto que los primeros adelantos económicos en esos países habían sido acompañados de pobreza, sufrimiento e injusticia concomitantes, así como que el Sur tenía que trabajar en pro de sus objetivos en circunstancias muy diferentes.
La última copia irreflexiva fué el modelo neoliberal defendido a rajatablas con fé de conversos, pero con consecuencias a la vista. Se nos pasó por alto un pequeño detalle: las socedades dónde nacen esas teorías que luego devienen en modelos, son anglosajonas, ergo, protestantes. Hay una diferencia de perspectivaemtre nosotros y ellos, profunda, abismal: tanto como la diferencia entre el gaucho y el cowboy. Uno glorifica el éxito económico, la riqueza y la violencia. Su ética está impreganada de ascetismo: ascetismo del cuerpo, del trabajo, del éxito.
En cambio el gaucho, resultado de la mezcla entre el indio y el conquistador español, vivió al margen de dos conceptos, de dos visiones de mundo que inevitablemente se enfrentarían colapsando para dar lugar a una nueva visión. No es casual que se vea en él uno de los símbolos mas fuertes para tratar de encontrar un principio de identidad nacional. El gaucho supo encontrar su tiempo, su medida, su identidad y su propia voz. Whe aren't gringous, man!!
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