Hace cincuenta años Albert Camus escribió: “Vivimos sofocados por gente que cree poseer absolutamente la razón”, el problema surge cuando a la creencia de la razón absoluta, se le suma el sentimiento de poder absoluto...comúnmente llamado megalomanía.
Según un sondeo divulgado por la Newsweek en enero, el 68% de los norteamericanos desaprueban un incremento de las tropas desplegadas en Irak. A pesar de esto, e ignorando que entre las causales de la derrota electoral sufrida por los republicanos se encuentra la guerra en Irak, Bush, aún desoyendo los consejos de la comisión Beker-Hamilton, pretende solucionar el caos reinante en Irak con el envío de 21500 soldados más.
En un acto que en primera instancia parece aunar belicismo e ignorancia, dándole un tiro de gracia a su propia gestión, da la impresión que hay poco tiempo que perder y una estrategia entre bambalinas que concluir. Una estrategia va más allá de conseguir la estabilidad política del país. Que también persigue la estabilidad económica, pero llevándose la mejor parte de la torta (no quise escribir la cáustica expresión “ del botín de guerra”). Y para esto la casa blanca está ciñendo - junto con su aliado Gran Bretaña – una maniobra que incluye la elaboración de una ley que abrirá el preciado y enorme mercado del oro negro iraquí a las compañías extranjeras. Según reveló recientemente el diario británico The Independent, varias petroleras de EEUU y Reino Unido han enviado delegados a Irak para que vigilen el trámite de esta ley y presionen al parlamento iraquí para que la saque adelante.
El propio Gobierno árabe, en boca del primer ministro, Nuri Al-Maliki, anunció al pasado mes de julio ante el congreso de EEUU esta nueva ley, que se espera que vea la luz el próximo mes de marzo. “Irak ha sido una economía centralizada: la estamos transformando rápidamente en otra de libre mercado”, dijo Al-Maliki, tras explicar a los congresistas norteamericanos su intención de levantar “las actuales restricciones a las compañías extranjera para que vengan a Irak”, añadió. Las compañas petroleras occidentales tendrán acceso al crudo iraquí a través de los denominados Acuerdos conjuntos de producción, que les permitirán extraer beneficios de los pozos del país durante un plazo máximo de 30 años, en colaboración con el gobierno de turno. Al mismo servirían para atraer los 20.000 millones en inversiones que necesita al país para llevar su producción de petróleo desde los actuales 1,8 millones hasta los 3 millones de barriles al día aspira a producir en los próximos años, según datos del Ministerio del Petróleo iraquí. De esta forma Irak ostentaría la propiedad legal de las reservas, pero compartiría sus beneficios con las compañías internacionales que, “a cambio”, se ocuparían de la construcción de las infraestructuras necesarias y del desarrollo de la industria. Esta no es una fórmula nueva, es similar a la que funciona en otros países como Arabia, Libia o Argelia. En estos países los derechos de exploración y producción los controla una compañía estatal, que a su vez delega en las grandes petroleras internacionales la explotación de hidrocarburos. A cambio los gobiernos pueden quedarse con el 50 por ciento de los beneficios. En muchos casos, el porcentaje que recibe el estado depende de los precios del crudo.
Los detractores de estos futuros acuerdos de producción que prepara Irak aseguran que se trata de una privatización encubierta, ya que deja en manos extranjeras la principal fuente de riqueza del país. Según un estudio de la organización Oil Chang International, estos acuerdos podrían suponer unas pérdidas de 194.000 millones de dólares y el traspaso de más de dos tercios de sus reservas a petroleras extranjeras. “Los perdedores son los iraquíes”, señala Steve Kretzmann, autor del informe.
Mientras, quienes defienden esta ley argumentan que es la única forma de que Irak inicie de una vez por todas el camino hacia la reconstrucción, tras más de tres años de conflicto ininterrumpido.
Irak nacionalizó el petróleo en 1972. Algunos expertos consideran que es este país, y no Arabia Saudita, quien posee las mayores reservas mundiales de crudo. El problema es que todavía no han sido explotadas en su totalidad. Un informe reciente de la Agencia Internacional de Energía (AIE) asegura que hasta ahora, solo se han explorado el 10 por ciento, mientras que un 60 por ciento de las reservas confirmadas permanecen intactas.
Si finalmente esta ley sale adelante tal y como hasta ahora parece estar planteada, daría argumentos a quienes criticaron que la verdadera razón que llevó a Bush y Blair a iniciar la guerra de Irak en el 2003 no fueron las –jamás encontradas- armas de destrucción masiva que tenía Saddam (ejecutado al mejor estilo del viejo Oeste a pesar de públicas repulsas), sino el multimillonario negocio del crudo y por el cual, se ve, no vale la pena escatimar exhortos.
Fuentes: “El Economista”, Madrid 12 de enero del 2007. “The Independent” edición digital www.independent.co.uk,
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