jueves, 26 de febrero de 2009

MANIPULACIONES GENÈTICAS


A comienzo de los años cincuenta el norteamericano James Watson y el británico Francis Crick supieron que - si estaban en lo cierto - no sólo les estaba reservado el Premio Novel, sino también un pedestal entre los genios que habían cambiado para siempre el conocimiento de la naturaleza. En la historia de la ciencia moderna, pocos han saboreado el extraño privilegio de entender por adelantado la magnitud del propio descubrimiento. Por eso se tomaron varios meses para redactar y enviar ( a la archifamosa revista Nature ) el artículo con sus propias lucubraciones sobre la estructura del ADN, el compuesto químico que lleva la información genética para que los organismos vivan y se reproduzcan.
Probablemente también entendían que estaban dando nacimiento a una nueva especialidad ( a caballo de la bioquímica, la biología, la genética ): La biología molecular. Desde 1953 a esta parte, esta nueva disciplina se ha constituido en la vedette de los laboratorios y las aulas académicas. Hoy estar a la page significa dominar las técnicas de la biología molecular. En otras palabras, manejar los instrumentos para armar y desarmar los genes y manipular los procesos biológicos a nivel infinitamente pequeño.
Esto cambió para siempre no solo el mundo de la biología sino también a quienes la practican, la usufructan o , simplemente, la viven, aunque todavía no lo noten.
En un caluroso mediodía de 1972, durante el breack concedido para almorzar en un congreso en la paradisíaca Haway, Stanley Cohen, de la universidad de Stanford, y Herbert Boyer, de la universidad de California, se sentaron frente a un sandwich a intercambiar algunas ideas. Un año antes se habían descubierto las “tijeras genéticas” ( las encimas endonucleasas de restricción ) capaces de cortar al ADN en lugares muy específicos: ¿ Porqué no usar esas maravillosas tijeras naturales para cortar determinados pedazos de ADN - aquellos llamados genes- que contienen las órdenes para fabricar proteinas ? Más aún: ¿ por qué no pegar distintos pedazos cortados, sin importar su procedencia ?, se preguntó este dúo dinámico. Aquí empieza la primera escuela de “corte y confección” de genes que sentó las bases para lo que se dió a llamar ingeniería genética.
Un año más tarde, Cohen y Boyer informaron que habían construido en una probeta el primer híbrido genético hecho por el hombre: genes de sapo ensamblados en la bacteria Escherichia coli. Ese día Cohen señaló que la mitológica mezcla de especies dejaba ad eternum el terreno de la ciencia ficción para pasar al terrenal y cotidiano mundo de los laboratorios. Se olía a revolución en el aire.
Ni lerdos ni perezosos Cohen y Boyer corrieron a patentar su descubrimiento y convirtieron en privado aquello que cualquiera hubiera considerado de dominio público, como cualquier conocimiento científico. En 1976 Boyer se asoció con el empresario Robet Swanson para fundar la Genentech, la primera empresa de ingeniería genética, llevándose consigo a los mejores cerebros de la UCLA ( Universidad de California). Con la mente puesta tanto en el mercado y los negocios como en la investigación del ADN, estos nuevos científicos cambiaron par siempre la manera de hacer ciencia en biología. A partir de entonces cada investigación se diseñó con el objetivo de conseguir un producto que satisficiera una demanda social: ya fuera la hormona de crecimiento, la insulina o una nueva variedad de algodón resitente a las plagas. A mediado de los ‘80, la biotecnología, tocaba los bolsillos de muchos, empezaba a estar en boca de todos, y en el estómago de algunos.
La recombinación del material genético de distintas especies también dió lugar a sorprendentes monstruos y a plantas de apariencia habitual pero con capacidad pare resistir heladas, ciertas enfermedades o insectos. La promesa de obtener alimentos para toda la humanidad floreció en los labios de científicos-empresarios y políticos. Los avances se sucedieron vertiginosamente, y no fueron recibidos con indiferencia por la sociedad.
La manipuación genética llegó a un punto en que el sueño de arreglar los desperfectos genéticos que padecen hombres y mujeres desde el momento de su concepción pueden tornarse realidad, sobre todo después que se completara la totalidad del mapa genético del hombre: el genoma humano. Pero lo que para algunos resulta un sueño para otros resulta pesadilla. Muy pronto comenzaron a discutirse las implicancias éticas y las consecuencias de estas prácticas. Las polémicas involucran a científicos, expertos en derecho, lobbys empresarios, líderes religiosos, ambientalitas y agentes en patentes. Con todo, lo que no puede negarse es que nada fué ni será igual después de la revolución biotecnológica. “Play God” ( Jugar a ser Dios) es la expresión que usan los norteamericanos para describir - no sin ironía - la actividad de los modernos magos del ADN. Pero si ellos son los dioses que crean nuevos seres y deciden sobre la composición de los organismos ¿ Qué papel jugamos los comunes e imperfectos mortales? ¿ Seremos adormecidos espectadores, felices soñadores, atormentados conejillos de indias o inteligentes inversores ?
Fuente: Manipulaciones Genéticas, Adriana Folgarait, Norma 1992

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