No
quiero empezar este artículo con cavilaciones dignas del “enano gruñón de
blancacanieves”, o con destilaciones ácidas que puedan dañar la imagen del
“nuevo-producto-meditativo-que-armoniza-todos-los-males”. Pero como premisa
numero uno diría: “Un personaje público es su historia personal, mas la
historia del pensamiento que lo genera”, y en el caso de Ravi Shancar cabría
acotar un par de cosas:
Hacia
fines de 1940 aparecieron en la India los primeros movimientos espirituales a
partir de la prédica de sabios que anunciaban el amor, como principal
característica de la devoción divina. Entre esos sabios estaba Maharishi Mahesh
Yogi, quien generó el movimiento de Meditación Trascendental brindando una
serie de conferencias para dar a conocer prácticas de meditación, que hasta en
ese entonces eran totalmente desconocidas -y negadas- al mundo occidental.
Quiso el azar que durante la década del '60, en plena época hippie, llegan
estas corrientes de pensamiento a Estados Unidos y generan toda una revolución.
Maharishi entonces fue conocido mundialmente porque los mismísimos Beatles no
solo fueron a meditar sus centros de la india, sino que allí compusieron el
“Álbum Blanco”, para luego ser tapa (junto al santón) de la revista Times.
Después de estar un tiempo con él, a poco de reflexionar, descartaron sus
enseñanzas porque, la verdad, “su santidad” les pareció un poco chanta (valga
el argentinismo). Pero para ese entonces no paraban de visitarlo otras
estrellas mediáticas como Mia Farrow, el cantautor Donovan y los músicos de The
Doors, seguidos por varias estrellas mayores y menores del cine.
Nuestro
gurú, Sri Ravi Shancar nació en 1956 y –cuenta la leyenda- que durante su
adolescencia participó del movimiento de Meditación Trascendental guiado por
Maharishi. Sin embargo, en 1980 se abrió de su maestro para ponerse en cuenta
propia. En realidad, Shankar estuvo poco tiempo con Maharishi, el suficiente
para aprender bien la sustancia de MT. Su biografía oficial –una verdadera
hagiografía- señala que Shankar ya sabía de memoria el Bhagavad Gita –el largo
poema que constituye el principal de los escritos sagrados en la India- a los
cuatro años. Pero su hermana no tiene empacho en declarar que detesta la
lectura: “Nunca ha leído un libro; lee una página y ya se queda dormido”. ¿De
dónde ha aprendió todo? Sólo cabe una respuesta: de Maharishi. Los dos
demostraron ser sujetos inteligentes y astutos. Los dos demostraron ser
ególatras. Por eso no pudieron estar juntos mucho tiempo. Shankar, cuando
estimó que ya había aprendido lo suficiente, se fue. Por los testimonios
familiares que conocemos, lo que mostró desde la infancia no era un
conocimiento del Bhagavad Gita, sino una ambición desmedida, una buena
inteligencia y un temperamento audaz, que le impulsaba a arriesgar para
conseguir lo que quería. Dejó los estudios –con esa afición por la lectura no
es de extrañar-, dejó su primer trabajo, dejó a Maharishi... y terminó
saliéndose con la suya. En 1982 fundó en California “El Arte de Vivir, un
centro destinado a difundir el despertar de la conciencia, el bienestar humano
y la paz a nivel global", según reza el propio canon. Actualmente, tiene
una estructura muy bien pensada, "casi como una estructura empresarial con
llegada en todo el mundo". En sus centros, brindan cursos pagos donde,
"enseñan técnicas de respiración y meditación para eliminar toxinas y el
estrés". En Argentina muchas figuras del espectáculo, la música y la
polìtica recurren a las técnicas de esta fundación, como Graciela Borges,
Mauricio Macri, Domingo Cavallo, Charly García y hasta Marcelo Tinelli.
La
Fundación, como la llaman sus adeptos, tuvo su primer contacto local con el
macrismo en 2008, cuando su fundador, fue recibido por la plana mayor del PRO y
hasta obtuvo un reconocimiento en el Senado de manos del ex vicepresidente
Julio Cobos. En 2008 una foto oficial muestra a Mauricio Macri, el gurú,
Gabriela Michetti y el rabino Sergio Bergman. La Ciudad firmó en ese momento un
convenio de cooperación con lo que algunos llaman sin eufemismos
"secta". La Fundación, en principio, imparte lecciones acerca de cómo
mejorar la relación cuerpo, mente y alma, para lo cual se vale de técnicas del
yoga clásico, meditación y abreva en las enseñanzas fundamentales del budismo.
Todo
bien, hasta que empezaron los rumores que el gobierno de la provincia de Buenos
Aires le había pagado dos millones de pesos al gurú para dirigir el megaevento
de meditación realizado en los bosques de Palermo (bajo el lema "Si
sucede, conviene" ) el pasado domingo. Mauricio Macri tuvo que salir a
desmentir. Consultado por Radio 10 respecto de si la presentación pública de
Ravi Shankar "costará plata" a la Ciudad, contestó que no, y cuando
se le preguntó si se le pagarán "dos millones de pesos", indicó:
"Esas son cosas que no sé quién ha tirado al aire".
Como
segunda premisa de este artículo, podemos afirmar que la India no se ponen
objeciones a que montajes religiosos ganen millones de dólares (léase Osho
Rajneesh, Sai Baba, Babaji o Amma Amritanandamayi, una santona de Kerala que se
permitió el lujo de donar un millón de dólares para los damnificados del
huracán Katrina en Estados Unidos) y menos aún cuando, como suele ocurrir –y AV
no es una excepción-, financian algunas obras asistenciales y educativas.
A su
vez podemos afirmar que el hinduismo, con su sincretismo, su flexibilidad para
adoptar elementos extraños y su facilidad de hacer malabarismos con los
términos, se aprovecha de ello para presentarse como un “producto arreligioso”
coincidente con la tendencia espiritual o la moda intelectual del momento y
disfrazar su oferta de acuerdo con ello. Maharishi y Shankar son buenos
ejemplos, pero desde luego no los únicos ni los primeros, ni probablemente sean
los últimos. El mercado de lo espiritual es tan suculento (genera tantas
ganancias invirtiendo tan poco) que todo lo que suena a técnica fácil de
autoayuda es muy tentador, tanto en Occidente como en Oriente, y no debe
extrañar por tanto que proliferen charlatanes, farsantes y vendedores de
“elixires” milagrosos. En la India más de uno señala a Ravi Shankar como
vendedor de “jarabe de yoga”, lo que puede ser un etiquetado bastante bueno.
Desde luego, lo que se ve hurgando su biografìa muestra más a un actor que a un
profundo meditante o un asceta que recorre la senda señalada por la literatura
sagrada indostánica.
¿El
arte de vivir? Sin duda Sri Ravi Shankar ha dado sobrada prueba de este arte, a
su fortuna personal solo se la cuenta con seis dígitos. Manual básico del “Gurú
para un occidente desquiciado”. Primero inicial. En fin.
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