Escribir que Luis Alberto Spinetta era uno de los “padres fundacionales del rock nacional” suena a homenaje, a monumento. Y “el Flaco” era algo así como el “antihomenaje”; el “no-monumento”. Si pensamos el rock en su esencia es eso, los hippies (y Spinetta fue uno) fueron eso: contracultura en estado puro. Pero Spinetta fue algo más que contracultura, “El Flaco” fue una suerte de juglar, de trovador moderno (y posmoderno) que deambuló durante más de cuarenta años con una guitarra eléctrica, un puñado de versos melancólicos y un inmenso talento. Era totalmente autodidacta y sus canciones tenían “algo” que emociona. “Algo” que eriza la piel y no puede aprenderse en ninguna escuela, en ninguna academia de música. Algo con lo que se nace o no; y él fue uno de los pocos tocados por la varita mágica.
Sus bandas alimentaron la mitología de mi pequeño universo adolescencial: Almendra, Pescado Rabioso, Invisible, Spinetta Jade. Sus canciones forman parte de la inevitable columna sonora de mi adolescencia, juventud y madurez. “Muchacha ojos de papel”(que para mì fue Adela, mi primera novia) , “Plegaria para un niño dormido” (que para mí fue Octavio mi hijo), “Todas las hojas son del viento” (otra vez Octavio), “Me gusta ese tajo” ( Lorena, mi actual mujer).
“Toda la vida tiene música” rezaba el título de una de sus canciones y tenía razón. Pero solo seres como Spinetta son capaces de oírla, componerla, escribirla y hacerla perdurable. También podría cerrar este artículo diciendo que la muerte no deja nada, por lo menos hasta donde sabemos. La muerte despoja. Por eso parece ser tan difícil morir. Porque se pierde lo que se pensó poseer para siempre, pero también – y fundamentalmente- queda una sensación de vacío difícil de ser capturada con palabras. Pero en el caso de Luis esa sensación (lo sé) será menor ya que estará seguramente colmada por la fuerza de sus exquisitas canciones.
Sus bandas alimentaron la mitología de mi pequeño universo adolescencial: Almendra, Pescado Rabioso, Invisible, Spinetta Jade. Sus canciones forman parte de la inevitable columna sonora de mi adolescencia, juventud y madurez. “Muchacha ojos de papel”(que para mì fue Adela, mi primera novia) , “Plegaria para un niño dormido” (que para mí fue Octavio mi hijo), “Todas las hojas son del viento” (otra vez Octavio), “Me gusta ese tajo” ( Lorena, mi actual mujer).
“Toda la vida tiene música” rezaba el título de una de sus canciones y tenía razón. Pero solo seres como Spinetta son capaces de oírla, componerla, escribirla y hacerla perdurable. También podría cerrar este artículo diciendo que la muerte no deja nada, por lo menos hasta donde sabemos. La muerte despoja. Por eso parece ser tan difícil morir. Porque se pierde lo que se pensó poseer para siempre, pero también – y fundamentalmente- queda una sensación de vacío difícil de ser capturada con palabras. Pero en el caso de Luis esa sensación (lo sé) será menor ya que estará seguramente colmada por la fuerza de sus exquisitas canciones.
4 comentarios:
No se cómo podría rendirle un homenaje al Flaco, si ni siquiera puedo imaginar el mundo que conozco sin él. No puedo recordar una sola estrofa de cualquiera de sus obras sin que mis ojos se llenen de lágrimas. Él es parte de mi mundo, es mío. No hay otro mundo.
"Ya lo estoy queriendo,
ya me estoy volviendo canción,
barro tal vez..."
Hermoso,nene.
Abrazo.
Este tal vez sea el post que no me anime a escribir. Menos mal!, el tuyo es excelente.
Excelente post, grande Spinetta
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