El tango nació mudo. Es decir, tuvo música ritmo, movimiento, pero no tuvo letra. “ Anteriormente ( escribe Ezequiel Martinez Estrada en su admirable “Radiografía de la Pampa” ) cuando se cultivaba en el suburbio y por lo tanto no había experimentado la alisadura, el planchado de la urbe, tuvo algunas figuras en las que el bailarín lucía algo de su habilidad; en las que ponía algo que iba improvisando: El movimiento de la pierna y de la cadera, algún taconeo, corridas de costado, cortes, quebradas, medias lunas y ese ardid con que el muslo de la mujer, sutilmente engañada, pegaba toda su longitud con la del hombre, firme, rígido. Por entonces era música solamente, un música lasciva que llevaba implícita la letra que aparecería años depués, cuando la masa popular que lo gustaba hubiera formado el poeta capaz de expresarla ”.
Esa “masa popular” estaba constituida en gran parte por miles de inmigrantes europeos que habían llegado a la Argentina decididos a “hacerse la América”. Como tantos paisanos suyos habían hecho, y después de unos años de trabajo intenso, nuestro inmigrante en vez de lograr reunirse con un pequeño capital que le permitiera el regreso a su país de origen para disfrutar de un pacífico y cómodo retiro, tuvo que quedarse con modestos ingresos y años y más años sin que que el día de la liberación llegase. Tuvo que quedarse sujeto al yugo del trabajo, sin otro consuelo ni esperanza que una dudosa, problemática y lejana jubilación.
Lo mismo sucedió con el hombre del interior de la Argentina que abandonó su rincón provinciano para probar fortuna en la gran capital, seducido por los programas de radio que presentaban una vida fácil y glaumorosa. Y no le quedó más remedio que aceptar trabajos rudos y no bien pagados para seguir viviendo en la gran urbe.
El fracaso, la frustración, no se miden por lo que hemos conseguido, sino por la diferencia entre lo conseguido y lo que creíamos que merecíamos, y que esperabamos conseguir. Esta amarga sensación anidó en el espíritu de estos hombres protagonistas de su infortunio, y los llevó a rumiar en silencio la amargura del su propio destino.
El frustrado, el fracasado, el resentido necesitaban de una canción dolorida que fuera portadora del mensaje de su dolor, para airearlo a los cuatro vientos, para transferir esta pena íntima y recóndita a algo que fuera el denominador común de todos ellos. Esa canción, esa transferencia se hizo a través del tango, a través de las letras de los tangos. Y a medida que el tiempo trascurriría, no obstante todo, el tango conservaría siempre, ese aire tristón, urticante y fatalista que siempre lo impregnó.
“ El tango es un pensamiento triste que se puede bailar”. “Es la voz de un mundo en formación, levadura de todo, fermentacion de todo. Es el refunfuño de Buenos Aires y de sus desterrados, su tribulación musical, su estertor sentimental, su temblor neurótico, su ronquido sensual, su arcoiris privativo”, afirmba Ramón Gómez de la Serna que todo sobre el tango captó en su vuelo poético. “ El tango - continúa - es un tablón para los náufragos y un abismo para las mujeres”. “ Los desarraigados que vuelven a arraigarse, lo cantan, lo bailan. Sólo el violín es el bálsamo sutil que pone la nota piadosa y absolutoria”.
Con las grandes oleadas inmigratorias en la Argentina de fines del siglo XIX y principios del XX llegaron en riadas a esta tierra de promesas miles de europeos cuasi analfabetos o desconocedores totales del idioma. Llegaron como llamados a ponerle música, o inspirar melodías y letras que amalgamasen las desazones y desdichas de los fracasos atrazados por el resentimiento. Para esto nada mejor que los italianos. Ellos provenían de un país eminentemente lírico. Sus canzonetas, sus mandolinatas, su vocación para el “bel canto”, todo los hacía los más indicados para el cultivo y la inspiración de este género que recién se consagraba.
El hogar de estos emigrantes solía ser en su gran mayoría modesto, de costumbres sencillas.Allí los recuerdos de la patria lejana, se mezclaban con el poco aliño en el vestir, la espera compulsiva de los espaciados correos con noticias de ultramar y un fuerte acento regional en el jefe de la familia. Los hijos de estos inmigrantes contrastaban la discreta vida de su hogar con lo que en el colegio vehía y escuchaba a sus compañeritos, pertenecientes a las mejores y más encumbradas familias de la ciudad. Era natural que diariamente, estableciese “in menti” la comparación entre lo que veía en su casa y lo que trascendía de la vida de sus compañeros. Allí, en la escuela, oía hablar de golf, de las grandes estancias ganaderas, de las carreras en los hipódromos, del polo, de los conciertos en el Colón, etc. etc. es decir de todo lo que constituía la opulenta y regalada vida de las distinguidas familias porteñas. Muchos de eran llamados preyorativamente “tanos” cuando eran de origen italiano, y “gallegos” cuando su origen era español.
La reacción de muchos de ellos fué la de afirmar su argentinidad opacando lo más posible el modesto origen de sus padres y canalizando ancora una volta sus frustaciones a través del tango. El tango fué al argentino de esa época lo que el rap es hoy para afroamericano del ghetto.
Estas afirmaciones que me permito hacer, resultan menos temerarias si consideramos la nómina , muy indicativa de apellidos italianos de compositores de tango:
Compositores de tango de origen italiano:
José Luis Padula; Juan Maffia; Pedro M. Maffia; Angel Maffia; Sebastián Piana; Roberto Firpo; Julio de Caro; Homero Manzione ( en arte Homero Manzi ); Homero Aldo Expósito; Virgilio Expósito; Luis Cocsenza; Agustín Magaldi; José Razzano; Domingo Gallichio; Alberto Spatola: Osvaldo Tarantino; Enrique Cadícamo; Pascual Mazzeo; Francisco Pracánico; Enrique P Maroni; Horacio Pettorossi; Feliciano Brunelli; Alejandro Scarpino; josé María Contursi; Pascual Contursi; Antonio Scatasso; Rodolfo Sciammarella; Carlos Pesce, Astor Piazzolla etc. etc etc
Integrantes de orquestas de origen italiano:
Juan Maglio; Vicente Ponzio; Ernesto Ponzio; roberto Firpo; Francisco Canaro; Alcides Palavecino; Vicente Losuca; Agustín Bardi; Augusto P. Berto; VicentePecci detto “El Tano”; Vicente Greco; ricardo L. Brignolo; Julio de Caro; Osvaldo Fresedo; Pedro M. Maffia ; José Servisenza; Alejandro Mechetti; José Bonano; Samuel Castriota; Astor Piazzolla; Ernesto Baffa; Osvaldo Pugliese; Francisco Lomuto; Francisco Sassone; Carlos Di Sarli; Juan D´Arienzo; Miguel Caló; Alfredo Gobbi; Enrique M. Francini; Rafael del Bagno, etc.etc etc.
Dedicado a mi hermano italo-tanguero Carlo Ferraiuolo
Esa “masa popular” estaba constituida en gran parte por miles de inmigrantes europeos que habían llegado a la Argentina decididos a “hacerse la América”. Como tantos paisanos suyos habían hecho, y después de unos años de trabajo intenso, nuestro inmigrante en vez de lograr reunirse con un pequeño capital que le permitiera el regreso a su país de origen para disfrutar de un pacífico y cómodo retiro, tuvo que quedarse con modestos ingresos y años y más años sin que que el día de la liberación llegase. Tuvo que quedarse sujeto al yugo del trabajo, sin otro consuelo ni esperanza que una dudosa, problemática y lejana jubilación.
Lo mismo sucedió con el hombre del interior de la Argentina que abandonó su rincón provinciano para probar fortuna en la gran capital, seducido por los programas de radio que presentaban una vida fácil y glaumorosa. Y no le quedó más remedio que aceptar trabajos rudos y no bien pagados para seguir viviendo en la gran urbe.
El fracaso, la frustración, no se miden por lo que hemos conseguido, sino por la diferencia entre lo conseguido y lo que creíamos que merecíamos, y que esperabamos conseguir. Esta amarga sensación anidó en el espíritu de estos hombres protagonistas de su infortunio, y los llevó a rumiar en silencio la amargura del su propio destino.
El frustrado, el fracasado, el resentido necesitaban de una canción dolorida que fuera portadora del mensaje de su dolor, para airearlo a los cuatro vientos, para transferir esta pena íntima y recóndita a algo que fuera el denominador común de todos ellos. Esa canción, esa transferencia se hizo a través del tango, a través de las letras de los tangos. Y a medida que el tiempo trascurriría, no obstante todo, el tango conservaría siempre, ese aire tristón, urticante y fatalista que siempre lo impregnó.
“ El tango es un pensamiento triste que se puede bailar”. “Es la voz de un mundo en formación, levadura de todo, fermentacion de todo. Es el refunfuño de Buenos Aires y de sus desterrados, su tribulación musical, su estertor sentimental, su temblor neurótico, su ronquido sensual, su arcoiris privativo”, afirmba Ramón Gómez de la Serna que todo sobre el tango captó en su vuelo poético. “ El tango - continúa - es un tablón para los náufragos y un abismo para las mujeres”. “ Los desarraigados que vuelven a arraigarse, lo cantan, lo bailan. Sólo el violín es el bálsamo sutil que pone la nota piadosa y absolutoria”.
Con las grandes oleadas inmigratorias en la Argentina de fines del siglo XIX y principios del XX llegaron en riadas a esta tierra de promesas miles de europeos cuasi analfabetos o desconocedores totales del idioma. Llegaron como llamados a ponerle música, o inspirar melodías y letras que amalgamasen las desazones y desdichas de los fracasos atrazados por el resentimiento. Para esto nada mejor que los italianos. Ellos provenían de un país eminentemente lírico. Sus canzonetas, sus mandolinatas, su vocación para el “bel canto”, todo los hacía los más indicados para el cultivo y la inspiración de este género que recién se consagraba.
El hogar de estos emigrantes solía ser en su gran mayoría modesto, de costumbres sencillas.Allí los recuerdos de la patria lejana, se mezclaban con el poco aliño en el vestir, la espera compulsiva de los espaciados correos con noticias de ultramar y un fuerte acento regional en el jefe de la familia. Los hijos de estos inmigrantes contrastaban la discreta vida de su hogar con lo que en el colegio vehía y escuchaba a sus compañeritos, pertenecientes a las mejores y más encumbradas familias de la ciudad. Era natural que diariamente, estableciese “in menti” la comparación entre lo que veía en su casa y lo que trascendía de la vida de sus compañeros. Allí, en la escuela, oía hablar de golf, de las grandes estancias ganaderas, de las carreras en los hipódromos, del polo, de los conciertos en el Colón, etc. etc. es decir de todo lo que constituía la opulenta y regalada vida de las distinguidas familias porteñas. Muchos de eran llamados preyorativamente “tanos” cuando eran de origen italiano, y “gallegos” cuando su origen era español.
La reacción de muchos de ellos fué la de afirmar su argentinidad opacando lo más posible el modesto origen de sus padres y canalizando ancora una volta sus frustaciones a través del tango. El tango fué al argentino de esa época lo que el rap es hoy para afroamericano del ghetto.
Estas afirmaciones que me permito hacer, resultan menos temerarias si consideramos la nómina , muy indicativa de apellidos italianos de compositores de tango:
Compositores de tango de origen italiano:
José Luis Padula; Juan Maffia; Pedro M. Maffia; Angel Maffia; Sebastián Piana; Roberto Firpo; Julio de Caro; Homero Manzione ( en arte Homero Manzi ); Homero Aldo Expósito; Virgilio Expósito; Luis Cocsenza; Agustín Magaldi; José Razzano; Domingo Gallichio; Alberto Spatola: Osvaldo Tarantino; Enrique Cadícamo; Pascual Mazzeo; Francisco Pracánico; Enrique P Maroni; Horacio Pettorossi; Feliciano Brunelli; Alejandro Scarpino; josé María Contursi; Pascual Contursi; Antonio Scatasso; Rodolfo Sciammarella; Carlos Pesce, Astor Piazzolla etc. etc etc
Integrantes de orquestas de origen italiano:
Juan Maglio; Vicente Ponzio; Ernesto Ponzio; roberto Firpo; Francisco Canaro; Alcides Palavecino; Vicente Losuca; Agustín Bardi; Augusto P. Berto; VicentePecci detto “El Tano”; Vicente Greco; ricardo L. Brignolo; Julio de Caro; Osvaldo Fresedo; Pedro M. Maffia ; José Servisenza; Alejandro Mechetti; José Bonano; Samuel Castriota; Astor Piazzolla; Ernesto Baffa; Osvaldo Pugliese; Francisco Lomuto; Francisco Sassone; Carlos Di Sarli; Juan D´Arienzo; Miguel Caló; Alfredo Gobbi; Enrique M. Francini; Rafael del Bagno, etc.etc etc.
Dedicado a mi hermano italo-tanguero Carlo Ferraiuolo
Fuente: “Vivir en la Argentina” de José Ignacio Ramos; Ed. Galerna 1989
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