Como padres de un reciente bebé mi mujer y yo hemos buscado consejos en libros, amigos e Internet para tratar de mantener una vida lo más cercana a la normalidad posible, esto es: comer, dormir, bañarse, repetir (una que otra vez una vez) aquella actividad que trajo consecuencia el nacimiento del párvulo….sin resultados a la vista. Nuca pensé que iba a recibir tanto consejo inútil de expertos, extraños, parientes, docentes, taxistas, remiseros, especialistas, señoras ataviadas con ruleros-bata-pantufla y sin ocupación evidente; vecinos cuyas vidas constituyen el mejor ejemplo de lo que no debe hacerse con una vida.
También en los momentos más “cool” de nuestra relación (cuando empezaba a salir con Lorena) jamás pensé que terminaría cortándole la comida –no a mi hijo- sino a ella. Y no como un gesto de galantería, sino para que pudiera atinar comer con nuestro hijo en brazos que –por supuesto- no para de llorar.
Sintiendo los agudos alariditos de Octavio me he preguntado como es que a los responsables de las armas psicológicas de las grandes potencias no se les ocurrió todavía que el llanto de un bebé es una terrible arma de dominación. Quiebra cualquier voluntad, o al menos la mía.
La falta de sueño (variable naturalmente incorporada en el “combo-bebé”) es otra temible arma: hace un año dos meses que dejamos de dormir en forma continua. Nuestros ciclos biológicos no son los que eran antes. Y sospecho que jamás lo volverán a ser. Solo hay un ser más indefenso que el bebé: los padres del bebé.
Dentro de las teorías sobre cómo hacer dormir a un niño hay –como en la filosofía o en economía - distintas corrientes de pensamiento. Es más, he identificado toda una vertiente optimista que cree fervientemente que hay técnicas ciertas para hacerlo dormir a saber:
• Ponerlo a dormir siempre con el mismo osito. En nuestro caso Pepito (el osito de mi hijo) siempre se queda dormido, mientras que Octavio nos hace saber por vías inequívocas que no piensa pegar un ojo.
• Cantarle una canción: he visto a mi mujer desgañitase cantando una hora seguida hasta quedar afónica y sin que la vigilia de Octavio se inmutase.
Pero hay algo. Una suerte de “simetría” que he comprobado que nunca falla en materia de sueño “beberil”, la he bautizado “la ley del momento menos oportuno”, Ej:
• Viene un tìo-abuelo de Nueva York que pasa específicamente por Bs As para verlo. Tiene los minutos contados para visitarnos y volver al avión: el bebé se duerme.
• La madrina/padrino atraviesa el caos de Bs As solo, única y exclusivamente para verlo: el bebé se duerme.
• La Argentina celebra el bicentenario de su independencia, con una presidenta a la cabeza (dos conjunciones únicas, raras, de extraña periodicidad) uno las quiere ver: el bebé se duerme…..y así. Nunca falla.
Hasta aquí los tres consejos más útiles los he sacado de una serie televisiva de los años 70: Kung-Fu. Como ustedes recordarán, para salir del templo Shaolín, el monje budista Kwai Chan Caine, debía superar tres pruebas:
1) Caminar sobre papel de arroz sin arrugarlo o dejar huella alguna
2) Arrebatar un guijarro de la palma de su maestro antes que el pudiera cerrar su mano 3) Alzar con los antebrazos una suerte de caldeo lleno de brazas para que quedaran grabados en los mismos los símbolos del Shaolin: el tigre y el dragón.
Con Octavio es igual, cuando se duerme estoy obligado a salir de su pieza como si caminara sobre papel de arroz… un giro brusco, un tropezón, un mal paso sobre nuestro inconsistente piso de madera y me puedo arrepentir por el resto de la noche.
En segundo lugar, es necesario aprender a sacarle de la mano todo lo que intenta meterse a la boca a la velocidad de la luz, con esa “mano de cobra ” con los kunfutecas vencen al enemigo. Ya que, estando en plena etapa oral todo, repito todo lo que esté al alcance de sus manitos se lo lleva a la boca.
Y en tercer hay que estar dispuesto a quemarse manos y antebrazos (cual monje pelado) corriendo ollas, pavas, jarras jarritos y demás utensilios calientes para evitar que “Tavito”se queme.
Pero a pesar lo anterior; y si el presente artículo debiera ser el mensaje de una botella arrojada en el océano del tiempo: Octavio –hijo- sos (lejos) lo mejor que me ha pasado en la vida.
También en los momentos más “cool” de nuestra relación (cuando empezaba a salir con Lorena) jamás pensé que terminaría cortándole la comida –no a mi hijo- sino a ella. Y no como un gesto de galantería, sino para que pudiera atinar comer con nuestro hijo en brazos que –por supuesto- no para de llorar.
Sintiendo los agudos alariditos de Octavio me he preguntado como es que a los responsables de las armas psicológicas de las grandes potencias no se les ocurrió todavía que el llanto de un bebé es una terrible arma de dominación. Quiebra cualquier voluntad, o al menos la mía.
La falta de sueño (variable naturalmente incorporada en el “combo-bebé”) es otra temible arma: hace un año dos meses que dejamos de dormir en forma continua. Nuestros ciclos biológicos no son los que eran antes. Y sospecho que jamás lo volverán a ser. Solo hay un ser más indefenso que el bebé: los padres del bebé.
Dentro de las teorías sobre cómo hacer dormir a un niño hay –como en la filosofía o en economía - distintas corrientes de pensamiento. Es más, he identificado toda una vertiente optimista que cree fervientemente que hay técnicas ciertas para hacerlo dormir a saber:
• Ponerlo a dormir siempre con el mismo osito. En nuestro caso Pepito (el osito de mi hijo) siempre se queda dormido, mientras que Octavio nos hace saber por vías inequívocas que no piensa pegar un ojo.
• Cantarle una canción: he visto a mi mujer desgañitase cantando una hora seguida hasta quedar afónica y sin que la vigilia de Octavio se inmutase.
Pero hay algo. Una suerte de “simetría” que he comprobado que nunca falla en materia de sueño “beberil”, la he bautizado “la ley del momento menos oportuno”, Ej:
• Viene un tìo-abuelo de Nueva York que pasa específicamente por Bs As para verlo. Tiene los minutos contados para visitarnos y volver al avión: el bebé se duerme.
• La madrina/padrino atraviesa el caos de Bs As solo, única y exclusivamente para verlo: el bebé se duerme.
• La Argentina celebra el bicentenario de su independencia, con una presidenta a la cabeza (dos conjunciones únicas, raras, de extraña periodicidad) uno las quiere ver: el bebé se duerme…..y así. Nunca falla.
Hasta aquí los tres consejos más útiles los he sacado de una serie televisiva de los años 70: Kung-Fu. Como ustedes recordarán, para salir del templo Shaolín, el monje budista Kwai Chan Caine, debía superar tres pruebas:
1) Caminar sobre papel de arroz sin arrugarlo o dejar huella alguna
2) Arrebatar un guijarro de la palma de su maestro antes que el pudiera cerrar su mano 3) Alzar con los antebrazos una suerte de caldeo lleno de brazas para que quedaran grabados en los mismos los símbolos del Shaolin: el tigre y el dragón.
Con Octavio es igual, cuando se duerme estoy obligado a salir de su pieza como si caminara sobre papel de arroz… un giro brusco, un tropezón, un mal paso sobre nuestro inconsistente piso de madera y me puedo arrepentir por el resto de la noche.
En segundo lugar, es necesario aprender a sacarle de la mano todo lo que intenta meterse a la boca a la velocidad de la luz, con esa “mano de cobra ” con los kunfutecas vencen al enemigo. Ya que, estando en plena etapa oral todo, repito todo lo que esté al alcance de sus manitos se lo lleva a la boca.
Y en tercer hay que estar dispuesto a quemarse manos y antebrazos (cual monje pelado) corriendo ollas, pavas, jarras jarritos y demás utensilios calientes para evitar que “Tavito”se queme.
Pero a pesar lo anterior; y si el presente artículo debiera ser el mensaje de una botella arrojada en el océano del tiempo: Octavio –hijo- sos (lejos) lo mejor que me ha pasado en la vida.
1 comentario:
Gracias por hacer que lo vea también. Jamás hubiese pensado que yo era gran maestro Kung Fu!
Y pensar que me reía mucho de la serie...
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