Ahí estaban. En Plaza de Mayo. Las cruces de las tumbas argentinas del cementerio de Darwin, los restos de la guerra del Atlántico Sur. Colgaban de unas cuerdas escenográficamente dispuestas en una suerte de happening-dulce-siniestro-kitch-fúnebre-artístico: algo típicamente argentino. Debo haber estado un buen rato contemplándolas ya que (como tantos argies) nunca digerí bien lo de las Malvinas. No digerí los muertos, la derrota, el frío, los arenales y que Dios –en última instancia- no fuese argentino. Recuerdo perfectamente que el dos de abril del 82’ no festeje con los demás la “reconquista” de las islas. Nos dieron el día libre en la escuela y fui a buscar a mi novia que no estaba en su casa. Me la encontré luego de rastrearla rezando premonitoriamente en la catedral de San Juan. Con cara de susto me dijo que estaba rogado por el alma de aquellos a los que “esta locura” les iba arrebatar la vida. Y así fue. Esas cruces, veintiséis años más tarde, se me antojaron la metáfora física de los ruegos de aquella adolescente.
Hay un hecho fundamental, ubicuo, conocido y antiguo, pero que siempre ha sido sistemáticamente olvidado -o intencionalmente ignorado- por revolucionarios, contrarrevolucionarios, imperios y gobiernos de toda índole y época: la guerra jamás produce los resultados que esperan los que la provocan. La idea del agresor es siempre la misma, se repite una y otra vez a lo largo de la historia de la humanidad, desde el imperio romano –y más- hasta nuestros días, esto es: se va a provocar un gran bien por el cual se va a pagar el precio de un mal necesario, de poca monta y fácilmente superable: la guerra.
Los militantes –que no siempre son necesariamente militares- desencadenan las hostilidades, civil o extranjera, o la hacen inevitable, o que parezca tal. Se lo hace en nombre e interés de un pueblo, para mejorar su situación, o para evitar su degradación, a costa de sufrimientos previstos....de sangre, sudor y lágrimas, pero aceptados como bastante inferiores a los beneficios que se esperan obtener.
La experiencia de varios milenios demuestra incluso que el vencedor gana siempre menos de lo que había pensado. Si bien, individualmente algunos hombres pueden conquistar con la guerra el poder o la gloria, son muchos más los que encuentran la muerte, la mutilación, la prisión, el acabamiento parcial o total, o un mix de todas las opciones anteriores. El balance colectivo es siempre desastroso, a pesar de la propensión de los vencedores a exaltar las virtudes, o, como afirmó lúcidamente Sartre en su “El Diablo y Dios”: una victoria narrada en detalles es imposible distinguirla de una derrota.
Como el dios Prometeo la guerra cambia constantemente de voz y de rostro a lo largo de los siglos, pero su esencia es siempre la misma: violencia, sufrimiento y muerte. Las guerras en su corazón conservan un núcleo de irracionalidad que es difícil de comprender para nosotros: los admiradores de Gandhi .
En su lúcido libro “El desafío de la Guerra”; Gaston Bouthoul y Renè Carrère, comparan los nueve círculos del Infierno del Dante, con los cuatro que distinguen en los conflictos bélicos modernos. Cuatro círculos que están en constante interacción y comunicación.
Partiendo desde el exterior hacia en interior como en un antiguo teatro encontramos:
- El círculo de los espectadores: aumentado por los mass media: los neutrales;
- El círculo de los coros: las dos poblaciones en conflicto;
- El círculo de los actores: los combatientes en ambos campos;
Y por último:
- El círculo de los muertos. (De los cuales afirmó Platón, eran los únicos que han visto el verdadero final de la conflagración).
Mi respeto profundo para aquellos que dejaron sus huesos en aquellas gélidas y lejanías. Mi compasión para sus desconsolados deudos.
Hay un hecho fundamental, ubicuo, conocido y antiguo, pero que siempre ha sido sistemáticamente olvidado -o intencionalmente ignorado- por revolucionarios, contrarrevolucionarios, imperios y gobiernos de toda índole y época: la guerra jamás produce los resultados que esperan los que la provocan. La idea del agresor es siempre la misma, se repite una y otra vez a lo largo de la historia de la humanidad, desde el imperio romano –y más- hasta nuestros días, esto es: se va a provocar un gran bien por el cual se va a pagar el precio de un mal necesario, de poca monta y fácilmente superable: la guerra.
Los militantes –que no siempre son necesariamente militares- desencadenan las hostilidades, civil o extranjera, o la hacen inevitable, o que parezca tal. Se lo hace en nombre e interés de un pueblo, para mejorar su situación, o para evitar su degradación, a costa de sufrimientos previstos....de sangre, sudor y lágrimas, pero aceptados como bastante inferiores a los beneficios que se esperan obtener.
La experiencia de varios milenios demuestra incluso que el vencedor gana siempre menos de lo que había pensado. Si bien, individualmente algunos hombres pueden conquistar con la guerra el poder o la gloria, son muchos más los que encuentran la muerte, la mutilación, la prisión, el acabamiento parcial o total, o un mix de todas las opciones anteriores. El balance colectivo es siempre desastroso, a pesar de la propensión de los vencedores a exaltar las virtudes, o, como afirmó lúcidamente Sartre en su “El Diablo y Dios”: una victoria narrada en detalles es imposible distinguirla de una derrota.
Como el dios Prometeo la guerra cambia constantemente de voz y de rostro a lo largo de los siglos, pero su esencia es siempre la misma: violencia, sufrimiento y muerte. Las guerras en su corazón conservan un núcleo de irracionalidad que es difícil de comprender para nosotros: los admiradores de Gandhi .
En su lúcido libro “El desafío de la Guerra”; Gaston Bouthoul y Renè Carrère, comparan los nueve círculos del Infierno del Dante, con los cuatro que distinguen en los conflictos bélicos modernos. Cuatro círculos que están en constante interacción y comunicación.
Partiendo desde el exterior hacia en interior como en un antiguo teatro encontramos:
- El círculo de los espectadores: aumentado por los mass media: los neutrales;
- El círculo de los coros: las dos poblaciones en conflicto;
- El círculo de los actores: los combatientes en ambos campos;
Y por último:
- El círculo de los muertos. (De los cuales afirmó Platón, eran los únicos que han visto el verdadero final de la conflagración).
Mi respeto profundo para aquellos que dejaron sus huesos en aquellas gélidas y lejanías. Mi compasión para sus desconsolados deudos.
8 comentarios:
Entré para chusmear porque me llegó una cadena ( de ésas típicas que te llegan en las cuales jamás quisiste estar). En primer lugar, me llamó la atención el lugar común de Falklands-Fucklans, pareciera que no hay persona que no haga ese juego de palabras. Pero luego de leer el texto me di cuenta de que todo es un gran lugar común, no sólo el título. No entendí el blog, la verdad, no sé si tus pretenciones son de presentarte como escritor o como periodista, pero creo que lo mejor es que continúes con la administración de empresas.
Hola, llegué por un mail. Concuerdo, como muchos, con tu mirada sobre la guerra. Y en que la escribas como la sientas. Rodrigo: antes de "sugerir" que el autor del blog deje la escritura para dedicarse a la administración de empresas, deberías dominar un poco mejor el idioma, así obtendrías una mínima credibilidad. "ésas típicas", no lleva acento en "esas". Donde pusiste "pareciera" deberías haber puesto: "parecería". No te explico el por qué de estas reglas y conjugaciones básicas porque no tu pueril soberbia no lo merece. Muy bueno el blog!
Armando, leí varios textos, te felicito por tus ganas de escribir y vocear tus ideas. También soy docente, pero en psicología. Te mando un abrazo y te invito a que te des una vueltita por mi blog: www.elsantoblog.com.ar
Hola, Armando, me llamo Humberto. Seguramente me reconozcas porque te mandé un mail a tu casilla de correo por el tema de los reenvíos, de todas formas, decidí visitar tu blog. No leí mucho todavía, pero me parece interesante lo que subiste últimamente. Así como Gustavo (cuyo blog también te recomiendo visitar), te invito a pasar por el mío.
www.humbertodib.blogspot.com
No querría dejar de señalar un par de cosas.
Me preocupa el espíritu querulante de mucha gente, no me sorprende verlo en mi blog, pero sí me asombra verlo en el tuyo. Tal vez porque sea algo tan repetitivo.
No concuerdo con Rodrigo, deja una visión innecesariamente crítica de tu texto, él tendrá sus motivos para hacerla, vaya uno a saber por qué (te felicito por no censurarla, me parece que eso se corresponde con una persona libre y valiente). Sin embargo, no menos agresivo me pareció el comentario de Pablo, quien parece ser el patrón de la Real Academia, porque indica dos errores gramaticales que, no son tan graves después de todo. Hay tanta agresividad en el comentario de Rodrigo como en la (supuesta) defensa de Pablo. Dos versiones de un mismo fenómeno. Así y todo, te confieso que prefiero la crítica del 1º, pues al menos va con los tapones de punta sin escrúpulos. Las defensas no requeridas, por lo general, son catastróficas. (por cierto, Pablo, se dice "no te explico el porqué", así, unido y con acento).
Te dejo un saludo, Armando. Suerte con tu blog.
Ups! Parece que esta vez los ánimos están caldeados... en fin, cada uno con su comentario. Por mi parte, sólo comentarte que de pronto me hiciste recordar aquellos tristemente famosos "Comunicado número x" en todo militar prepotente (perdón la redundancia), y se me puso la piel de gallina. Qué atrocidad! Qué disparate!
Muy bueno el artículo Armando.
no se cansan de hablar siempre de lo mismo? BASTA POR FAVOR! que país repetitivo, así nunca se va a salir. malvinas, los desaparecidos, peron... BASTA!
zapatero a tus zapatos, armando
FUCK YOU ALL PRICK, FALKLANDS WILL BE YOUR IN YOUR DREAMS, TWAT! SCREW YOU ALL, THIRD-WORLD DIRTY DOGS
Daniel: los pueblos que no conocen su pasado están condenados a repetirlo, ademàs: no podés entender MITAD DEL SIGLO XX argentino si no entendés el paso de Perón por el poder;
Coky: NO HAS ENTENDIDO NADA Y ME TEMO QUE NO HAS LEIDO
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