Hay principios y normas relativas al mantenimiento de una casa común que incluyen conceptos tan ajenos a los hombres tales como: cortinas, servilletas, posavasos/pava, desodorantes de ambiente, cubrecamas, mantequeras, pinzas para la ensalada, suavizante de ropa, arreglos florales en general, manteles, servilleteros, cualquier cosa ornamental que cuelgue de una pared, agarraderas, hornillos que desodorizan el ambiente, perchas, planchas, pequeñas alfombras, jaboncitos con forma de fruta (o cualesquier otra forma), cepillos para inodoros, cajas decorativas para guardar cosas, utensilios de cocina de última generación que no sean los viejos y conocidos: cuchillo, cuchara y tenedor. Solo por nombrar unos pocos.
Si a los hombres nos dejaran solos en la naturaleza, desarrollaríamos un tipo de vida en la que no se necesitaría ningún tipo de estas cosas. Esta categórica afirmación se fundamenta en la observación empírica de algunos amigos (separados o solteros) viviendo en soledad y mi experiencia personal.
Cuando en el 2005 mi amigo y hermano “El Indio” tuvo la gentileza de recibirme en su departamento en Madrid, lo primero que noté al entrar era que el mismo semejaba a un campo de batalla una vez que el conflicto ha terminado. Empero, lo que presidía la sala de estar era un equipo de música de última generación por donde salía rock pesado todo el día, todo el tiempo. Cuando el dispositivo se callaba, el rock empezaba a salir de entre los dedos de mi compañero que no tenía una, sino tres guitarras eléctricas -con equipos de amplificación y distorsión- a las que tocaba alternativamente para descargar tensiones luego del trabajo. En lo que atañe estrictamente a decoración también recuerdo que había una mesa, que supongo era de madera ya que nunca la vi totalmente despejada del cúmulo de boletas, papeles, monedas y otros tipo de cosas que perennemente la cubrían. Habían varias sillas plegables de jardín, un televisor (para ver noticieros, partidos de fútbol y carreras de formula uno) y computadoras, muchas computadoras ya que mi amigo es ingeniero electrónico. También había una heladera que contenía dos tipos de alimentos: A y B.
El “A” era pizza congelada y el “B” eran salchichas de Viena para preparar una versión de “panchos al microonda” que el Indio cocinaba (se había auto-cronometrizado ) en 2 minutos treinta segundos (aderezo/s incluido/s) .Cuando llegaba la hora de la cena simplemente preguntábamos ¿Qué querés comer “A” o “B”?
También evoco la mitad de un cenicero de cerámica, donde mi amigo apagaba uno a uno sus nutritivos cigarrillos rubios con destreza de relojero; y algunos platos de color blanco que guardábamos rigurosamente en la pileta de la cocina, listos para ser lavados si se presentaba la ocasión formal de requerir alguno; ya que si comíamos “A” lo hacíamos directamente de la caja, y si pintaba “B” no hacían falta platos.
Jamás se nos hubiera pasado por la cabeza pagar dinero por algo para tapar las ventanas, o por un adminículo especial para poner la manteca. No tengo ningún tipo de recuerdo en cuanto ornamentos de pared se refiere. Era un estilo de vida sencillo y austero: Zen diría un amigo budista.
Por supuesto, según las normas elementales del ámbito doméstico El Indio y yo vivíamos como cavernícolas pero no solo no nos importaba, sino que no lo sabíamos. Éramos hombres, y los hombres en estado natural no son concientes de algunas cosas, como los peces no lo son de vivir en el agua.
Y es en ese estado de beatífica ignorancia que llega el hombre común a convivir con una mujer. Entonces, lo primero que aprende es que conceptos tales como “limpio” u “ordenado”son relativos al tipo de objeto a limpiar, a la superficie del mismo, al material del que está hecho. A la posición del cuerpo layout general de planta, al momento del día, al clima, a los gustos y modas imperantes y sobre todo: al tipo de mujer.
Cuando una mujer “limpia” lo hace con distintos utensilios, con químicos altamente especializados: uno por cada tipo de sustancia a higienizar. Un hombre no. Si tiene que limpiar un baño entrará al mismo con el primer producto que encuentre a mano (que puede llamarse “Blankex”, “Limpiex”, “Àzulex”o Raid; da igual) y pasará dentro del recinto entre tres a cinco minutos –máximo- esparciendo el contenido al azar. Si encuentra un cadáver en la bañera -por ejemplo- seguramente lo rociará y lo secará dejándolo ahí para ver que hace con él mas tarde. Una mujer no, hará un trabajo a escala molecular si es necesario.
En ese estado de beatitud llegué yo a la vida de mi mujer. Un día el Indio terminó su doctorado en España, entonces toqué el timbre de Lore que alquilaba habitaciones de su departamento en Getafe. Pero esa es otra historia.
Si a los hombres nos dejaran solos en la naturaleza, desarrollaríamos un tipo de vida en la que no se necesitaría ningún tipo de estas cosas. Esta categórica afirmación se fundamenta en la observación empírica de algunos amigos (separados o solteros) viviendo en soledad y mi experiencia personal.
Cuando en el 2005 mi amigo y hermano “El Indio” tuvo la gentileza de recibirme en su departamento en Madrid, lo primero que noté al entrar era que el mismo semejaba a un campo de batalla una vez que el conflicto ha terminado. Empero, lo que presidía la sala de estar era un equipo de música de última generación por donde salía rock pesado todo el día, todo el tiempo. Cuando el dispositivo se callaba, el rock empezaba a salir de entre los dedos de mi compañero que no tenía una, sino tres guitarras eléctricas -con equipos de amplificación y distorsión- a las que tocaba alternativamente para descargar tensiones luego del trabajo. En lo que atañe estrictamente a decoración también recuerdo que había una mesa, que supongo era de madera ya que nunca la vi totalmente despejada del cúmulo de boletas, papeles, monedas y otros tipo de cosas que perennemente la cubrían. Habían varias sillas plegables de jardín, un televisor (para ver noticieros, partidos de fútbol y carreras de formula uno) y computadoras, muchas computadoras ya que mi amigo es ingeniero electrónico. También había una heladera que contenía dos tipos de alimentos: A y B.
El “A” era pizza congelada y el “B” eran salchichas de Viena para preparar una versión de “panchos al microonda” que el Indio cocinaba (se había auto-cronometrizado ) en 2 minutos treinta segundos (aderezo/s incluido/s) .Cuando llegaba la hora de la cena simplemente preguntábamos ¿Qué querés comer “A” o “B”?
También evoco la mitad de un cenicero de cerámica, donde mi amigo apagaba uno a uno sus nutritivos cigarrillos rubios con destreza de relojero; y algunos platos de color blanco que guardábamos rigurosamente en la pileta de la cocina, listos para ser lavados si se presentaba la ocasión formal de requerir alguno; ya que si comíamos “A” lo hacíamos directamente de la caja, y si pintaba “B” no hacían falta platos.
Jamás se nos hubiera pasado por la cabeza pagar dinero por algo para tapar las ventanas, o por un adminículo especial para poner la manteca. No tengo ningún tipo de recuerdo en cuanto ornamentos de pared se refiere. Era un estilo de vida sencillo y austero: Zen diría un amigo budista.
Por supuesto, según las normas elementales del ámbito doméstico El Indio y yo vivíamos como cavernícolas pero no solo no nos importaba, sino que no lo sabíamos. Éramos hombres, y los hombres en estado natural no son concientes de algunas cosas, como los peces no lo son de vivir en el agua.
Y es en ese estado de beatífica ignorancia que llega el hombre común a convivir con una mujer. Entonces, lo primero que aprende es que conceptos tales como “limpio” u “ordenado”son relativos al tipo de objeto a limpiar, a la superficie del mismo, al material del que está hecho. A la posición del cuerpo layout general de planta, al momento del día, al clima, a los gustos y modas imperantes y sobre todo: al tipo de mujer.
Cuando una mujer “limpia” lo hace con distintos utensilios, con químicos altamente especializados: uno por cada tipo de sustancia a higienizar. Un hombre no. Si tiene que limpiar un baño entrará al mismo con el primer producto que encuentre a mano (que puede llamarse “Blankex”, “Limpiex”, “Àzulex”o Raid; da igual) y pasará dentro del recinto entre tres a cinco minutos –máximo- esparciendo el contenido al azar. Si encuentra un cadáver en la bañera -por ejemplo- seguramente lo rociará y lo secará dejándolo ahí para ver que hace con él mas tarde. Una mujer no, hará un trabajo a escala molecular si es necesario.
En ese estado de beatitud llegué yo a la vida de mi mujer. Un día el Indio terminó su doctorado en España, entonces toqué el timbre de Lore que alquilaba habitaciones de su departamento en Getafe. Pero esa es otra historia.
1 comentario:
Jajaja!!!!! Me has hecho reír con ganas sobrino! Impecable descripción del hombre al natural sin aderezos de ningún tipo.
Yo me pregunto: y cómo eran las mujeres al natural, antes de la existencia de -por ejemplo- todos los compuestos químicos modernos de limpieza?
Un gran abrazo,
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