lunes, 6 de octubre de 2008

LA VIDA SEGUN MTV


Hace tres lustros y pico MTV (Music Televisión) no existía y hoy es la cadena de televisión que marca la pauta que debe seguir la fantasía adolescente de casi todo el mundo. Repleta de cuerpos glorio­sos, de cultura hedonista, de impacto visual (y publicidad encubier­ta) los sueños y pesadillas de la cultura juvenil se traducen en iconografías de moda y efectos especiales que marcan la tenden­cia y músicas que nutren los auriculares clavados en las ore­jas de –literalmente- media humanidad. La vida según MTV es como un anun­cio publicitario alternativo, filtrado por el humor transgresivo y mordaz de la cultura rock, pero con un fondo de estrategia comercial que no ha podido dar mejores resultados. Y, de paso, la ca­dena más influyente del mundo ha pautado un ritmo de vida en aceleración progresiva.
Pero a la vez que se puede envidiar el emporio televisivo de este gigante audiovisual, se puede hacer recuento de las críticas que le llueven por haber convertido ya a varias gene­raciones jóvenes, en seres incapaces de prestar atención conti­nuada a nada en absoluto durante más de tres minutos: el tiempo aproximado que dura una canción. Lo que en inglés se denomina shorí attention span —breve lapso de atención— se ha convertido en un mal endémico contra el que tratan de luchar maestros y profesores de todo el mundo, que culpan de este síndrome a la televisión y, más concretamente, a la MTV. Además, durante ese tiempo en que están siguiendo un tema musical están siendo gratificados con una sobreestimulación visual que ronda los treinta planos en movimiento por minu­to. Cualquier profesor, armado tan solo con una tiza, un pi­zarrón y su talento de ser humano sin posproducción, se siente en inferioridad de condiciones para seducir a una clase de adolescentes, incapaz de competir con los recursos ilimitados de las grandes productoras audiovisuales a la hora de atraer su atención. Todos prefieren ver un videoclip de su grupo fa­vorito que seguir una clase de latín, química o matemàticas. Eso es indiscutible.
La cuestión de fondo es que esa aceleración formal que refleja MTV no es una exclusiva suya en absoluto. En cual­quier otro orden de la vida se puede decir que el ritmo se ha incrementado de manera sensible y que la vida más deseable es la vida más acelerada. Muchas relaciones personales se con­sumen en sí mismas con una frecuencia creciente, en ocasio­nes como si se trataran de productos desechables que duran lo que un... chicle. El grado de agresividad de algunas rela­ciones queda muy bien reflejado en la expresión siguiente: como el asesino en serie, ahora a más de uno y más de una se les puede catalogar como «monógamo en serie». El monóga­mo en serie es aquel o aquella que pasa por una serie de rela­ciones excluyentes, pero de forma transitoria, nunca como algo definitivo, una alternativa tolerada a la poligamia y una ten­dencia en alza en el siglo XXI. De la misma forma, los cam­bios de trabajo se suceden cada pocos años, o al menos eso es síntoma de que una carrera progresa. Parece como si quisiéra­mos vivir varias vidas en el tiempo que dura una. Cualquiera de nosotros puede residir en más de un país, tener más de una profesión, crear más de una familia, incluso reflejar más de una identidad. Es incluso envidiable que eso suceda. Una vida monolítica y con pocos cambios es sinónimo de aburrimiento y, por lo tanto, despreciable a priori. Poco importa si los valo­res que la sustentan son profundos y satisfactorios. La perso­na que se mueve, que varía, que reinventa su cotidianidad, es más admirada en nuestro tiempo que aquella que permanece mucho tiempo fiel a unas mismas realidades.
Contra el aburrimiento, movimiento. Esa parece ser la solu­ción que nos propone MTV y nuestro entorno una y otra vez. Y lo cier­to es que esa reacción lo único que garantiza es que nos convir­tamos en aburridos en danza. Además, si una actividad no es suficiente para acabar con el tedio, siempre se pueden simulta­near dos o más. El entrenamiento del zapping ha hecho mila­gros con nuestra capacidad para seguir más de un evento a la vez. Y, como se veía más arriba, ya podemos leer y mirar la tele; con la radio de fondo, escribir en la “compu” mientras charla­mos con alguien; sabemos manejar y escuchar música, al tiem­po que hablamos por el celular, y hasta almorzar con la familia e ig­norarla del todo mientras pensamos en nuestras propias cosas.
Fuente: "Sìndromes Modernos", Juan Carlos Perez Jimenez. Espasa Madrid 2002

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