Hace tres lustros y pico MTV (Music Televisión) no existía y hoy es la cadena de televisión que marca la pauta que debe seguir la fantasía adolescente de casi todo el mundo. Repleta de cuerpos gloriosos, de cultura hedonista, de impacto visual (y publicidad encubierta) los sueños y pesadillas de la cultura juvenil se traducen en iconografías de moda y efectos especiales que marcan la tendencia y músicas que nutren los auriculares clavados en las orejas de –literalmente- media humanidad. La vida según MTV es como un anuncio publicitario alternativo, filtrado por el humor transgresivo y mordaz de la cultura rock, pero con un fondo de estrategia comercial que no ha podido dar mejores resultados. Y, de paso, la cadena más influyente del mundo ha pautado un ritmo de vida en aceleración progresiva.
Pero a la vez que se puede envidiar el emporio televisivo de este gigante audiovisual, se puede hacer recuento de las críticas que le llueven por haber convertido ya a varias generaciones jóvenes, en seres incapaces de prestar atención continuada a nada en absoluto durante más de tres minutos: el tiempo aproximado que dura una canción. Lo que en inglés se denomina shorí attention span —breve lapso de atención— se ha convertido en un mal endémico contra el que tratan de luchar maestros y profesores de todo el mundo, que culpan de este síndrome a la televisión y, más concretamente, a la MTV. Además, durante ese tiempo en que están siguiendo un tema musical están siendo gratificados con una sobreestimulación visual que ronda los treinta planos en movimiento por minuto. Cualquier profesor, armado tan solo con una tiza, un pizarrón y su talento de ser humano sin posproducción, se siente en inferioridad de condiciones para seducir a una clase de adolescentes, incapaz de competir con los recursos ilimitados de las grandes productoras audiovisuales a la hora de atraer su atención. Todos prefieren ver un videoclip de su grupo favorito que seguir una clase de latín, química o matemàticas. Eso es indiscutible.
La cuestión de fondo es que esa aceleración formal que refleja MTV no es una exclusiva suya en absoluto. En cualquier otro orden de la vida se puede decir que el ritmo se ha incrementado de manera sensible y que la vida más deseable es la vida más acelerada. Muchas relaciones personales se consumen en sí mismas con una frecuencia creciente, en ocasiones como si se trataran de productos desechables que duran lo que un... chicle. El grado de agresividad de algunas relaciones queda muy bien reflejado en la expresión siguiente: como el asesino en serie, ahora a más de uno y más de una se les puede catalogar como «monógamo en serie». El monógamo en serie es aquel o aquella que pasa por una serie de relaciones excluyentes, pero de forma transitoria, nunca como algo definitivo, una alternativa tolerada a la poligamia y una tendencia en alza en el siglo XXI. De la misma forma, los cambios de trabajo se suceden cada pocos años, o al menos eso es síntoma de que una carrera progresa. Parece como si quisiéramos vivir varias vidas en el tiempo que dura una. Cualquiera de nosotros puede residir en más de un país, tener más de una profesión, crear más de una familia, incluso reflejar más de una identidad. Es incluso envidiable que eso suceda. Una vida monolítica y con pocos cambios es sinónimo de aburrimiento y, por lo tanto, despreciable a priori. Poco importa si los valores que la sustentan son profundos y satisfactorios. La persona que se mueve, que varía, que reinventa su cotidianidad, es más admirada en nuestro tiempo que aquella que permanece mucho tiempo fiel a unas mismas realidades.
Contra el aburrimiento, movimiento. Esa parece ser la solución que nos propone MTV y nuestro entorno una y otra vez. Y lo cierto es que esa reacción lo único que garantiza es que nos convirtamos en aburridos en danza. Además, si una actividad no es suficiente para acabar con el tedio, siempre se pueden simultanear dos o más. El entrenamiento del zapping ha hecho milagros con nuestra capacidad para seguir más de un evento a la vez. Y, como se veía más arriba, ya podemos leer y mirar la tele; con la radio de fondo, escribir en la “compu” mientras charlamos con alguien; sabemos manejar y escuchar música, al tiempo que hablamos por el celular, y hasta almorzar con la familia e ignorarla del todo mientras pensamos en nuestras propias cosas.
Pero a la vez que se puede envidiar el emporio televisivo de este gigante audiovisual, se puede hacer recuento de las críticas que le llueven por haber convertido ya a varias generaciones jóvenes, en seres incapaces de prestar atención continuada a nada en absoluto durante más de tres minutos: el tiempo aproximado que dura una canción. Lo que en inglés se denomina shorí attention span —breve lapso de atención— se ha convertido en un mal endémico contra el que tratan de luchar maestros y profesores de todo el mundo, que culpan de este síndrome a la televisión y, más concretamente, a la MTV. Además, durante ese tiempo en que están siguiendo un tema musical están siendo gratificados con una sobreestimulación visual que ronda los treinta planos en movimiento por minuto. Cualquier profesor, armado tan solo con una tiza, un pizarrón y su talento de ser humano sin posproducción, se siente en inferioridad de condiciones para seducir a una clase de adolescentes, incapaz de competir con los recursos ilimitados de las grandes productoras audiovisuales a la hora de atraer su atención. Todos prefieren ver un videoclip de su grupo favorito que seguir una clase de latín, química o matemàticas. Eso es indiscutible.
La cuestión de fondo es que esa aceleración formal que refleja MTV no es una exclusiva suya en absoluto. En cualquier otro orden de la vida se puede decir que el ritmo se ha incrementado de manera sensible y que la vida más deseable es la vida más acelerada. Muchas relaciones personales se consumen en sí mismas con una frecuencia creciente, en ocasiones como si se trataran de productos desechables que duran lo que un... chicle. El grado de agresividad de algunas relaciones queda muy bien reflejado en la expresión siguiente: como el asesino en serie, ahora a más de uno y más de una se les puede catalogar como «monógamo en serie». El monógamo en serie es aquel o aquella que pasa por una serie de relaciones excluyentes, pero de forma transitoria, nunca como algo definitivo, una alternativa tolerada a la poligamia y una tendencia en alza en el siglo XXI. De la misma forma, los cambios de trabajo se suceden cada pocos años, o al menos eso es síntoma de que una carrera progresa. Parece como si quisiéramos vivir varias vidas en el tiempo que dura una. Cualquiera de nosotros puede residir en más de un país, tener más de una profesión, crear más de una familia, incluso reflejar más de una identidad. Es incluso envidiable que eso suceda. Una vida monolítica y con pocos cambios es sinónimo de aburrimiento y, por lo tanto, despreciable a priori. Poco importa si los valores que la sustentan son profundos y satisfactorios. La persona que se mueve, que varía, que reinventa su cotidianidad, es más admirada en nuestro tiempo que aquella que permanece mucho tiempo fiel a unas mismas realidades.
Contra el aburrimiento, movimiento. Esa parece ser la solución que nos propone MTV y nuestro entorno una y otra vez. Y lo cierto es que esa reacción lo único que garantiza es que nos convirtamos en aburridos en danza. Además, si una actividad no es suficiente para acabar con el tedio, siempre se pueden simultanear dos o más. El entrenamiento del zapping ha hecho milagros con nuestra capacidad para seguir más de un evento a la vez. Y, como se veía más arriba, ya podemos leer y mirar la tele; con la radio de fondo, escribir en la “compu” mientras charlamos con alguien; sabemos manejar y escuchar música, al tiempo que hablamos por el celular, y hasta almorzar con la familia e ignorarla del todo mientras pensamos en nuestras propias cosas.
Fuente: "Sìndromes Modernos", Juan Carlos Perez Jimenez. Espasa Madrid 2002
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