domingo, 25 de noviembre de 2012

LA GUERRA Y LA PAZ


He podido conversar en Europa con ex combatientes de la segunda guerra mundial. Daba la impresión de estar hojeado libros viejos, encuadernados en cuero pesado,  con quejumbrosas  bisagras de metal , iluminados por la tenue luz de una bujía. Ya nadie “lee” incunables en estos pagos. Algunos de estos ancianos  no se acordaban que habían comido a las doce, pero guardaban de los tiempos de guerra una memoria milimétrica. Me acuerdo en particular de Giovanni Martino, de sus anécdotas en las trincheras italianas del África contra ingleses ( ¡Esos bárbaros! según Giovanni ). Eran casi las mismas que me habían contado - a solo doce meses de ocurridas - treinta años después, en los patios de la Facultad de Ciencias Sociales, ex combatientes de Malvinas. Es que muchas de las realidades que parecen desaparecidas, tragadas por la historia, cíclicamente  vuelven a reproponerse en los días de los hombres, porque en realidad jamás se han ido de su esencia. En el caso de la guerra, su horror  pareciera autogenerarse perpetuándose a través de los siglos, usando como excusas hombres, banderas, uniformes, tecnologías,  slogans, paises...pero el horror sigue siendo el mismo. Y a veces - como dijo Oscar Wilde - “la realidad imita al arte”.

- ¡Nada nuevo m´hijo! (diría esta vez “mi tía Juana” a la que le debo la lectura de la interminable “La Guerra y La Paz” ¡Tolstoi -diría mi “Vanna”- ya  escribió “de eso” hace casi dos siglos, lo que pasa con ustedes “pendejos” es que ya  no leen los clásicos !....Recordando el volumen me pregunto cómo hice para terminarlo, y si alguna vez en  lo que me reste de vida volveré a leerlo.

El conde Lev Nikolaievik Tolstoj nació en 1828 y la novela fue publicada en el 1864, cien años exactos antes  que yo naciera. Cubre el arco temporal de las campañas napoleónicas en Rusia, que va desde el 1805 al 1812, acontecimientos  estos acaecidos antes que el autor naciese.

La novela parte de los esplendorosos salones de la Rusia imperial. Describe las circunvoluciones de aristocracia alrededor del zar Alejandro I. Los siempre concomitantes sexo- títulos nobiliarios-dinero y poder. Parte -repito- de las  artificiosas intrigas cortesanas para  llegar  al campo de batalla.  Donde todo lo anteriormente enunciado  no sirve para nada cuando se está enmedio a la nieve, cuando se tiene el estómago aguijoneado por el hambre y  uno se piropea a diario con  la muerte.

Los temas se mezclan,  se yuxtaponen. Los personajes históricos se confunden con los de la “fiction”, los diálogos con los despachos militares. El viejo León era un posmoderno hace casi dos siglos, quizá porque la vida misma es desde siempre incongruente.

Entre mis  personajes favoritos emerge  el de Pierre Bezuchov,al que encuentro extraordinariamente actual. Pierre es rico, es conde, ha sido educado en el extranjero y  no tiene particulares ambiciones de hacer carrera. Hoy sería un yuppie hijo de yuppies (probablemente inhalaría sustancias ilegales) con maestrías en Harvard  y un matrimonio equivocado con la bella -y  vacía- femme fatale Hélèn.

Elena  le es inexplicablemente infiel y aquí surge aquello que estaba en estado latente en el personaje, Pierre se empieza a interrogar  sobre la vida misma, con la esperanza de encontrarle algún significado existencial. Prueba con la masonería, (en los años 60 se hubiera probablemente se hubiera hecho Hare Krishna o se hubiera refugiado en una  comunidad hippie del “flower power”) prueba haciendo obras de caridad entre los campesinos esclavos,  pero la insatisfacción sigue siendo grande.

Para Pierre, la guerra debida al  tentativo de Francia por  invadir Rusia termina siendo  una salvación. Es prisionero de los fraceses primero, pero después, luego de varias peripecias - lacerado y hambriento  - descubre junto a sus compañeros de desventuras que la felicidad en la vida, son las ganas mismas de vivir.

Tolstoi en  su novela metió en discusión el hecho  de atribuirle la causa de los eventos catastróficos de la historia a un solo individuo: Un Napoleón, un Hitler...un Bin Laden, un Saddam Hussein. El curso de los eventos mundiales dependen, según el ruso, de la coincidencia de las voluntades de todos los interesados en el juego. El mundo, en 1812, era como lo habían hecho sus pueblos, no Napoleón ni  Alejandro I. Así, nuestro mundo es lo que hacemos y  haremos de él.

La inutilidad de las victorias obtenidas con la violencia es evidente cuando Napoleón se retira de Moscú, y son los mismos campesinos rusos  los  que llegan desde las afueras a saquear supermercados...perdón... a saquear los bienes de su propia gente.

Hoy no estamos en la época del viejo León,  ni  del imperio ( Ruso ). Teóricamente estamos en la época del “hormiguero global” y  llevamos sobre los hombros el peso de la responsabilidad de nuestra historia, de nuestro futuro, de nuestro mundo. Un mundo que crea políticos mesiánicos y líderes-símbolo, que no son otra cosa que la profecía autocumplida de nuestras propias proyecciones interiores. Si hay corrupción fuera es porque la hay dentro. Si nos dejamos arrastrar hacia el caos por un loco, es porque el caos anida primero en nuestras cabezas y  corazones.

El siglo veinte ha sido uno de los más contradictorios de la historia humana. Fueron pocos los escritores y artistas no contradictorios en este siglo. Jamás en otra época se ha negado con tanta intensidad lo que dos minutos antes se había afirmado ( Ej: declaración universal de los derechos humanos y los genocidios más atroces  y  veloces de la historia )

Los corajudos que después de esta nota intenten leer o releer el libro, quizá  entrevean - y salvando las distancias - que no  vivimos en el rutilante comienzo de un  nuevo milenio, sino en el turbulento epílogo un milenio que todavía agoniza.

 

sábado, 10 de noviembre de 2012

LAS PROFECIAS MAYA DEL FIN DEL MUNDO


Debo confesar que el tema de las “profecías mayas” ha despertado mi curiosidad desde hace unos diez años.  He buscado información al respecto y lo que he encontrado me ha parecido sumamente llamativo, excéntrico y poco basado en hechos comprobables, (al igual que me resulta excéntrica, llamativa e insólita toda la escatología bíblica cristiana   que se empeña en calcular la fecha del “fin del mundo”, “apocalipsis”, “segunda venida de Cristo” o como quieran llamarle).

Existe una multitud de páginas en Internet en las que se comentan las famosas siete  profecías Maya. Se publican textos que “revelan” el futuro, y se enuncian  toda clase hecatombes,  “cambios de conciencia cósmica”, “el despertar de una nueva era” “alineación con el centro de la galaxia”  y otros temas tan caros a la New Age como al mundo alternativo…pero apenas se encuentra información fidedigna acerca de las fuentes en las que se basan. Casi ninguna página Web, libro o texto explica quienes fueron los Mayas, cuál era su cultura y en qué creían.

Empecemos por el principio

Los Mayas fueron un agrupamiento de diferentes pueblos, unidos por un legado cultural común. El origen de los Mayas es bastante discutido, pero se suele tomar por cierto que la cultura Maya nace por el siglo I después de Cristo. Tenían su propio sistema de escritura que, al parecer, usaron para plasmar una prolífica literatura, que luego los conquistadores españoles se encargaron de eliminar de forma sistemática y organizada (para “salvar sus almas del infierno” por supuesto). La estructura era del tipo jeroglífica (en realidad más próxima a la escritura china que a la egipcia) y es una combinación de símbolos fonéticos e ideogramas.

La conquista española eliminó a todo ser que pudiera interpretar estos símbolos y la escritura Maya se perdió hasta que, hace más o menos ciento cincuenta  años, se lograron avances en la interpretación de los textos y se pudo saber que decían todos los jeroglíficos esculpidos en los templos.

Además de los pasajes dejados en las piedras (conocidos como estelas) se salvaron solo cuatro textos.  A estos los llamaron los códices maya y son: el Códice de Madrid, el Códice de Dresde, el Códice de París y el Códice de Grolier (este último, al parecer, es una falsificación hecha en los ´60).

Todos los códices son sólo fragmentos de la cultura Maya y no pueden, ni por asomo, ni lejanamente, interpretarse como un compendio de dicha cultura. Para que el lector entienda,  es como si hoy  viniera un cataclismo, asolara nuestra civilización  y se salvaran sólo cuatro textos… conjeturemos que sólo quedara la Biblia (sólo el nuevo testamento), un libro de Nostradamus (pero sólo 23 hojas), uno de Isaac Asimov (la segunda fundación y por la mitad) y unas nuevo  hojas de algún libro de derecho romano o civil. ¿Cuánto se puede saber/ inferir de nuestra cultura con sólo estos textos?

El calendario Maya

El famoso calendario Maya del que tanto hablan, mide el tiempo de forma algo diferente al nuestro. Ellos tenían dos calendarios, uno religioso y otro “normal”. Una forma que tenían de ver las fechas era con una rueda, que vendría a ser algo así como los calendarios que tenemos nosotros, sólo que con él, se podía tener varios miles de días y no los modestos 365 días que poseemos hoy.

El arqueólogo y etno-historiador J. Eric S. Thompson que estudió por décadas la cultura de este y otros pueblo, calculó que el día 0 de este calendario sería el 11 de agosto de 3114 AC y que si se busca el máximo número días que nos puede dar este calendario, llegamos a que son 1.872.000. El cálculo de esos días partiendo del 11 de agosto de 3114 AC da que todo “se termina” el 21 de diciembre de 2012.

Thompson aclara que el calendario Maya se termina en la mencionada fecha, sólo porque no lo pensaron para que dure más (bastaba con agregarle un nivel más), y no porque este pueblo pensara que se acabara el mundo, o sea no lo agregaron porque no era necesario hacerlo. Doy un ejemplo, sería algo así como decir que se termina el mundo el 31 de diciembre del 2012 porque el calendario que tenemos delante nuestro no muestra el 1 de enero del 2013.

Las fuentes que no existen

Empecemos por las fuentes de estas profecías que en teoría, es de conde salen de los códices. Se observa que todos los textos de donde se sacan estas profecías, son casi una copia idéntica entre sí, pero que en todos los casos omiten hacer referencia a libros de antropólogos o lingüistas que realmente hayan trabajado con los códices (de hecho, yo mismo pase varias horas hasta encontrar algo de información  que sea diferente al continuo repetir de estas profecías).

Todos los sitios -como dije al principio-  hablan de destrucciones y calamidades, pero nunca hacen mención a los textos originales (sólo dicen que sale de tal o cuál códice, pero del extracto del texto original nada). Son, en todos los casos, las conclusiones de alguna extraña interpretación,  de algún texto,  del que nunca citan la fuente. Cada una de estas profecías es -en el mejor de los casos- una interpretación de algún texto que nunca se menciona.

Las fuentes que si existen

Hay en realidad 16 códices hechos por las culturas prehispánicas que todavía se conservan, pero sólo cuatro son de confección Maya. Estos textos no los encontré completos en ningún lugar. Pero, basándome en las referencias de las publicaciones que llegue a leer, lo que se saca en limpio es que los Mayas tenían sus profecías como cualquier pueblo y estas son, como siempre pasa, lo suficientemente crípticas o ambiguas como para que cada uno saque las conclusiones que quiera.

Quisiera hacer un par de reflexiones: olvidemos por un momento  las  famosas “siete profecías”, sólo diremos que los Mayas dejaron “profecías”. Estas tienen la misma validez y credibilidad que cualquier otra profecía hecha por cualquier profeta de cualquier tiempo y lugar de la historia. O sea, o son tan cripticas como para que cada quién interprete lo que quiera, o dan fecha a un futuro tan distante que es imposible de comprobar (hay profetas y sectas  que anuncian el fin del mundo para un tiempo próximo pero “sólo” se llenan de dinero, esperan que pase la fecha y después anuncian su error, lo corrigen y el nuevo fin del mundo llega dentro de X cantidad de años… y vuelven a comenzar).

Creer en la interpretación particular de alguna de ellas es un acto de fe. Del mismo tipo de fe que puede tener cualquier persona religiosa  de cualquier culto. No se basa en la lógica académica seria, sino en una propensión satisfacer subjetivas  necesidades personales.

La segunda conclusión es que las siete profecías no tienen ningún asidero, ni siquiera en los textos de los códices Maya, no existe un listado de profecías que hablen (ni remotamente cerca) de las cosas que mencionan los sitios que pululan en Internet. Existirá, presumo, algún listado de profecías supuestamente Maya en el cual estaría  el origen de estas conjeturas (no quise escribir pelotudeces), pero no hay forma de comprobarlo ya que tienen por costumbre no hacer referencia al lugar de donde sacan la información. Simplemente hablan de esas “verdades” sin decir de dónde salen.

Entonces ¿Qué va a pasar el famosísimo 21 de diciembre del 2012? La respuesta más probable desde el punto de vista académico es  la siguiente: nada.