lunes, 22 de octubre de 2012

EL CAMBIO DE SEXO DE UNO DE LOS DIRECTORES DE MATRIX Y… ¡CORTEN!

Si realmente había una versión moderna del sueño americano hecho realidad, estaba encarnada por los hermanos Wachowki. Polaco-americanos, hijos de inmigrantes, estos sencillos muchachos tenían un negocio de carpintería y pintura antes de escribir y dirigir su primera película: el éxito multimillonario "Matrix". A ese film le siguieron la saga, las alfombras rojas de Hollywood y miles de millones de dólares más. Pero ya lo dijo Napoleón: "El peor momento llega con la victoria"; esto es, si hay una ciudad donde es muy fácil "marearse" cuando uno tiene unos pocos millones de dólares en la mano, esa es Los Ángeles.

A poco tiempo de la consagración de los hermanos, empezaron a correr rumores de la afición de uno de los Wachowki al sadomasoquismo: Larry. Pero ustedes saben cómo son los rumores, siempre se le agregan cosas a la versión original etc. etc ... luego se empezó a decir que Larry estaba totalmente sumergido en el mundo de los clubes de sexo, en el travestismo, el bondaje y el sadomasoquismo. "Nada confirmado, cosas de los tabloides para vender más" pensó la mujer de Larry Thea Bloom, que conocía a su marido perfectamente; eran novios desde la universidad. "Es el famoso precio de la fama".

Pero los rumores continuaron e insistían que Larry estaba obsesionado con una dominatrix llamada Ilsa Strix, que había conocido en un club de la escena underground de San Francisco. Strix era famosa –entre otras cosas- por tener una agenda llena de teléfonos de hombres poderosos y por haber girado varios films porno donde se la veía "dominando esclavos sexuales". Para ese entonces Ilsa y Larry se habían convertido en compañeros inseparables. Ilsa era para Larry lo que Virgilo para Dante en La Divina Comedia. Para ese entonces Larry y su esposa comenzaron sus irreversibles trámites de divorcio.

Hasta aquí todo bien (si tenemos en cuenta que hablamos de Hollywood) el problema es que Larry quería que la Strix fuese solo y nada más que suya. Además…se había enamorado…y así se lo hizo saber proponiéndole una relación más seria. "Imposible Larry" –contestó Ilsa- "soy totalmente lesbiana".

Años atrás la revista Rolling Stone había escrito un artículo de investigación sobre Larry Wachowski, donde se narraba cómo el exitoso director quería ser conocido como su alter-ego Lana. Aunque estos rumores fueron desmentidos por personas que trabajaron directamente con él (entre ellas su hermano), eran innegables las fotos que se habían tomado de él vestido como mujer. Con el "no de Ilsa" parece Larry tuvo el empujón que necesitaba para transformarse definitivamente en Lana y empezó un tratamiento hormonal y quirúrgico. En la presentación de su próxima película Cloud Atlas, junto a su hermano Andy y el director Tom Tykwer, se ven los resultados de esta metamorfosis cuando saluda "Hola, soy Lana" luciendo un extraño tocado de rastas color rosa.

Debo confesar que no salía de mi desconcierto (no de mi asombro) al escribir este artículo. Creía que cuando un hombre se cambia de sexo lo hace para atraer y/o agradar a otros hombres. Pero leyendo a Catherine Millot "Exsexo, ensayo sobre el transexualismo" (Catalogos-Paradiso 1984) descubrí que la realidad psicológico-física de un transexual es infinitamente más compleja. "En ocasiones –leemos- los hombres transexuales hacen delirar a las feministas, que ven en ellos un reconocimiento a la causa de las mujeres, una abdicación caballeresca de sus prerrogativas viriles, depositadas a los pies de las mujeres…"son muchos los transexuales que se hacen "lesbianas" algunos años después de haberse hecho transformar, y que abandonando toda búsqueda de una relación amorosa con un hombre, que confirmaría su femineidad, van a buscar este reconocimiento junto a una mujer. Este viraje hacia la homosexualidad femenina es bastante frecuente.".

Antes de la transformación de Larry Wachowki, creía que los límites de mi capacidad de asombro habían sido probados cuando en viril y barbudo tecladista de los Jethro Tull David Palmer, se cambió de sexo y decidió ser Dee Palmer. Pero la cereza en la punta del helado de mi desbarajuste la puso Thea Bloom, la ex de Larry quien, al ser interrogada por el cambio de sexo de su ex, dijo que estaba muy contenta porque "había perdido un marido, pero había ganado una amiga"…



 

sábado, 13 de octubre de 2012

JAPON: EL IMPERIO SIN SEXO


Japón es actualmente uno de los países donde se practica menos el sexo en el mundo. Un estudio realizado por el gobierno japonés confirma el creciente desinterés por la pareja y el sexo en la sociedad nipona que, desde la década de los 70, ha visto bajar el número de matrimonios. El 60% de los hombres y el 50 % de las mujeres entre 18 y 34 años no tienen pareja. El informe sostiene que muchos de los jóvenes ni siquiera buscan una. También se  muestra el aumento de la edad de los casados; en 2010 la edad en la que un hombre se casaba era de 30,5 años, mientras que para la mujer era de 28,8; un aumento de 2,1 y 2,9 años, respectivamente, en las últimas dos décadas. En contraste, el estudio mantiene que la tasa de divorcios ha subido de manera constante desde 1960, llegando a un tope de 290.000 en 2002. La pregunta es: ¿Por qué el gobierno nipón se mente debajo de las sábanas de sus ciudadanos con tanta estadística? Bueno, para que nos hagamos una idea, Japón, de seguir por el camino que lleva, perderá alrededor de un 20 % de su densidad demográfica. Tales datos han alarmando a las autoridades, pues tal descenso de consumidores en un mercado maduro podría significar una catástrofe para la economía. Para paliar esta situación se han elaborado planes para fomentar el contacto personal, físico y la convivencia en el seno de cada pareja. Muy mal, muy mal hecho pues si uno se fija en los estudios sobre el tema verá que muchos japoneses han renunciado a cualquier tipo de actividad sexual porque se pasan la vida trabajando, y cuando no trabajan están cansados o estresados y copulan aún menos, pero ¿Es tan reduccionista la explicación? Según el Instituto Nacional de Sexología Japonés,”entre el 60 y 70% de las parejas de más de 40 años no mantiene relaciones sexuales”, y para evitar el contacto pronuncian educadamente una  palabra mágica: mendokusai, o “estoy cansado mamita” (mamita en jerga canchera  porteña).

Hombres herbívoros:

En este horizonte de “sol-naciente-sin-contactos” surge una nueva figura: los “soushokukei-danshi” (hombres herbívoros). El termino soushokukei fue acuñado por el escritor Maki Fukasawa en el 2007, estos hombres tienen como rasgos característicos el marcado desinterés por el sexo y las citas, el gusto por la ropa, la dieta, el apego a la madre, el ahorro, la necesidad de vivir una vida tranquila y alejada del estrés competitivo de la sociedad nipona.
Mujeres carnívoras
Por el contrario, la sociedad nipona también acuñó un término para referirse a las mujeres que buscan encontrar pareja, las nikushokukei-joshi (mujeres carnívoras), generalmente alrededor de los treinta (ancianas para contraer matrimonio según la tradición) y con el arroz a punto de pasárseles si no consiguen un hombre que les dé progenie (entre otras cosas).

En este punto, podríamos pensar que se trata de una cultura puritana y reprimida. O de una sociedad ultra disciplinada volcada en el trabajo, que ha dado la espalda a los placeres del erotismo. Pero la realidad es mucho más complicada e inquietante. Porque resulta que este Japón monacal, de pocos hijos y menos abrazos, cuenta con la más floreciente industria del sexo del mundo, con unos ingresos de 20.000 millones de euros al año que representan el 1% del PBI del país. Es más: no se trata sólo de la industria más potente sino también de la más refinada, la más variada, la más imaginativa y la menos púdica: las calles de Tokio ofrecen sin tapujos toda clase de reclamos publicitarios y toda clase de servicios; y sus ciudadanos los reciben y los usan con la misma naturalidad con la que comen sushi o compran el último modelo de iPhone.

¿Cómo decirlo? No es que en Japón estén desapareciendo las “relaciones sexuales”; lo que están desapareciendo son las “relaciones” en general mientras que el sexo sin relaciones, completamente autorreferencial, va ocupando un lugar cada vez más importante en la vida de individuos desconectados del mundo que no sienten la menor vergüenza en exhibir y proclamar esta desconexión. Esta riquísima, civilizadísima, libérrima industria sexual -con todo su aparato escénico e instrumental- está orientada a ahorrar el trabajo de las dependencias exteriores: el cortejo, la conversación, los preliminares, el otro mismo. Lo extravagante de este egoísmo es que quiebra la regla antropológica básica de los últimos 15.000 años según la cual el propio placer sexual estaba asociado precisamente a la existencia de otros cuerpos y al reconocimiento, aunque fuese negativo, de nuestra dependencia de ellos. El sexo en Japón se ha emancipado de los cuerpos, esas criaturas tan inmanejables, tan incómodas, tan exigentes, tan imprevisibles.

La preguntas son varias ¿El Japón está marcando una tendencia?, ¿Está marcando nuestro futuro? El colmo de la civilización, ¿será la masturbación industrial que exhibe su auto-erotismo como la máxima satisfacción y la máxima evolución a la que puede aspirar un individuo humano?. Llama la atención de esta extraña pereza cultural que la pornografía, las muñecas, los juguetes sexuales, fuente hasta ahora de estímulo y de insatisfacción, sucedáneos irritantes del cuerpo deseado, se han convertido en el objeto mismo donde se satisface el deseo. Esas imágenes, esas muñecas, esos juguetes, constituyen la superación completa de todas las imperfecciones y todas las molestias, al servicio ahora de un placer encerrado, como un molusco, en el propio cuerpo. En el propio yo.

“El infierno son los otros”, decía Sartre. Y los otros -sobre todo en Japòn- dan fiaca. Hasta ahora nos cansaba trabajar y nos cansaba también estudiar mientras que estábamos siempre dispuestos a reunirnos con unos amigos, ir a una fiesta, participar en el bullicio de una conversación, desnudar de nuevo con emoción el pecho del amado. Ahora lo que cansan son las relaciones. Sexo sí, relaciones no. La industria sexual en Japón refleja y alimenta una sociedad de perezosos masturbadores que pagan para no tener que ocuparse de sus mujeres o de sus novias; que pagan, en definitiva, para emancipar su propio placer de cualquier contacto exterior.

Recuerdo la novela (a la que recomiendo) “La casa de las bellas durmientes”, del Nobel de literatura Yasunari  Kawabata, un retrato poético del sentido de la abstinencia y el placer en esa sociedad tan avanzada pero con altos niveles de angustia y frustración. Donde uno de los personajes termina sentenciando…el sexo es lo que cada uno piensa de él.

 

martes, 9 de octubre de 2012

HOMBRES Y MIGITORIOS


Tengo un amigo (biólogo, genetista renombrado, muy interesado en la antropología) separado de hace relativamente poco. Sobrevive en un departamento dos ambientes lleno (cuando digo lleno es repleto) de libros, apuntes, papers con una diminuta cocina. Baño ínfimo. Cuando nos vemos arremete con largos soliloquios generalmente dirigidos contra el sexo opuesto. Por ejemplo, el último: “Uno de los problemas que tenemos los hombres es que muchas personas –y aquí me estoy refiriendo a las mujeres- piensan que los hombres no tenemos problemas. ¿Sabès? Cecilia (su ex) piensa que un ser al que no le importa si las ventanas están limpias, que sea incapaz de quedarse embarazado, o  que pueda llevar prácticamente el mismo traje toda la vida (para trabajar, salir a cenar, ir a misas, casamientos , fiestas y comuniones) y luego ser enterrado con él  (sin mencionar que puede orinar de pie o que tiene todas las medias de un mismo color) ….es un ser que no tiene problemas...¿Entendès?¡ Si hasta para ir al baño los hombres tenemos problemas!!.

-¿Qué querès decir Berty? Le pregunté intrigado ¿Es una metáfora? ¿No?

-“No no es una metáfora y te lo digo como biólogo; lo que quiero decir con esto, es que para los hombres orinar reviste una importancia que va mucho más allá de la mera eliminación de los fluidos corporales. Se trata de una afirmación territorial en toda regla. De ahí que cada vez que un hombre va a un baño público tenga que enfrentarse con un problema crucial: ¿Qué migitorio usar? Su objetivo es evitar a toda costa orinar al lado de otro hombre, pues entonces estaría violando el territorio del macho- vecino: es un atavismo ¿Viste?. Supongamos (y aquí empezó la clase magistral con pizarrón y todo) que el baño tiene una fila de cinco urinarios según el siguiente esquema:

 

 
 
 
1
 
 
 
               2
 
 
 
3
 
 
 
4
 
 
 
5

 

Supongamos que entra al baño un hombre “A” y no hay nadie en el baño. Casi con toda seguridad elegirá un de los urinarios situados en los extremos: el 1 o el 5. Porque sabe que así estará lo más lejos posible del siguiente hombre que entre al baño. Supongamos que elige el urinario 5, la situación quedará  así:

 
 
 
1
 
 
 
2
 
 
 
3
 
 
 
4
Hombre A
 
 
5

 

Cuando entre un hombre “B”, siempre erigirá el 1. Jamás de los jamases, ni en un billón de años erigirá el 4. Semejante cosa haría que el hombre “A” se alarmara al punto de subirse la bragueta (posiblemente lastimando su hombría) antes que permanecer ahí. Puede que el hombre “B” sea una persona abierta y para nada moralista (sin perjuicio para los amigos gays)  pero aún así, a baño vacío, jamás orinaría al lado de “A”. De modo que ahora la situación quedará  así:

Hombre B
 
 
1
 
 
 
2
 
 
 
3
 
 
 
4
Hombre A
 
 
5

 

Y cuando entre el hombre C, está clarísimo que elegirá el urinario 3. No es que lo vuelva loco la idea, pero por lo menos tiene un urinario-barrera a cada uno de sus flancos:

Hombre B
 
 
1
Urinario-barrera
 
 
2
Hombre C
 
 
3
Urinario-barrera
 
 
4
Hombre A
 
 
5

 

Si ahora entra un individuo D, el sí se enfrentará a un verdadero problema de hombre: elija el urinario que elija estará a lado de dos hombres. Esto resulta muy molesto. Es altamente probable que D decida orinar en un baño cerrado. O que quede libre un sitio con sus correspondientes urinario-barreras a los cosatdo (o irse a un rincón y hacer pis en la pared. De modo que el esquema mutará de la siguiente manera:

 Hombre D

Hombre B
 
 
1
Urinario-barrera
 
 
2
Hombre C
 
 
3
Urinario-barrera
 
 
4
Hombre A
 
 
5

 

Si el individuo D eligiera uno de los urinarios disponibles  (supongamos el 4) tanto él como los hombres C Y A, se quedarán paralizados, mirando fijamente al frente, como si en la pared estuviera escrita  la fórmula para transmutar el plomo en oro. Morir antes que cruzar una mirada- Este es el lema de los hombres en un baño público”- dijo mi amigo con un marcador en la mano y ojos de sicótico.

Soy consciente de dos cosas:

a)      Berty cual “neo-separado” tiene mucho tiempo libre (no  quise escribir al pedo) solo y encerrado en un micro departamento sin compañía femenina (ni felina) a la vista.

b)      Que las lectoras pensarán que me estoy inventando todo esto. Pero les pido que le pidan al hombre de su vida que lean este artículo: seguro asentirá con la cabeza en señal de reconocimiento.

-Tanto hablar de pis me han dado ganas de ir al baño- le dije a mi amigo.

- No tengo- me contestó- hace quince días que espero a un plomero que nunca llega… vas a tener que ir al bar de abajo..

 

lunes, 1 de octubre de 2012

EL BLUES: LA MUSICA DEL DIABLO



El blues nació en el sur de los Estados Unidos, entre las comunidades rurales, a finales del siglo XIX, en el Delta del Missisipi. En una geografía llena de no-lugares y una profunda soledad: la de  estaciones de tren nocturnas, la de las cabañas de madera perdidas en las plantaciones o la de los caminos recónditos por donde apenas pasaba gente. Los “bluesman” fueron los grandes solipsistas de la columna sonora del norte-agrìcola. No necesitaban a nadie. Su espíritu libre y vagabundo solo les pertenecía a ellos. Como mucho a su guitarra (en el caso de que no fuera robada, claro está). Siempre conseguían esfumarse como fantasmas de todos los sitios. Unas copas, una discusión o una pelea y se alejaban de las poblaciones para adentrarse en la noche con decisión y misterio.

Contrariamente a lo que se ha creído casi siempre, el blues  no fue originado por la esclavitud, sino por la durísima segregación existente  en Estados Unidos desde 1880. El pueblo afroamericano, humillado y rechazado, se encerró en sí mismo y creó su propia cultura musical y espiritual: el blues. La música negra que precedió al blues estaba llena de influencias blancas; en ese momento existían pocas diferencias entre la música popular blanca y la negra, y ni la segregación pudo impedir los contactos. Los músicos negros se habían inspirado en las baladas de origen celta, y el movimiento a la inversa también se produjo: desde sus orígenes, el country estuvo muy influido por la huella del blues, y creció a su lado como un hermano. También su primo-hermano hizo lo mismo: el rock and roll.

En la mitología de Mississippi existen muchas leyendas relacionadas al blues, pero tal vez la del ritual de vender el alma al diablo sea una de las más instaladas en la cultura popular. Receta de la abuela Tomasa:

a)      Tómese un hombre que quiera sexo, dinero, fama, fortuna (o cualquiera de sus posibles combinaciones) de la mano del blues.

b)      Colóqueselo a tocar los acordes de una guitarra – posiblemente desvencijada- en un cruce de caminos cerca de la media noche.

c)      El candidato en cuestión deberá (mientras toca) esperar que se apersone“El innombrable (candidatos cardíacos abstenerse).

d)     El personaje del apartado c) aparecerá preferentemente bajo la forma de una sombra nocturna. Arrancará la guitarra de las manos del candidato, la afinará y empezará a tocar.

e)      Finalizada la ejecución del tema del punto d) “la sombra”le devolverá  la guitarra al candidato. El pacto se habrá consumado. A partir de ese momento ningún guitarrista podría superarle. El bluesman había vendido su alma a cambio de la genialidad musical.

La lista de músicos  que -dice la leyenda- siguieron la receta es larga: Robert Jhonson, Jimy Hendrix, Peetie Wheatstraw (que se jactaba de ser el yerno del diablo), Keth Richards, Steve Vai, Steve Ray Vaugham y un largo (larguísimo) etcétera.

Pero no todo es cosa de Mandinga. Uno de los grandes atractivos turísticos que produce lo anterior  son los devotos peregrinajes hacia los supuestos lugares donde estos bluesmen negociaron con Satán. Uno de ellos, tal vez uno de los mayores reclamos turísticos de Mississippi, se encuentra en Clarksdale en la intersección entre la Autopista 61 y la Autopista 49. Allí, se dice, vendió Robert Johnson (el gran abuelo del rock) vendió su alma. Sin embargo, el pacto con el diablo no es -ni mucho menos- algo solo propio del sur de Estados Unidos...

Ya en el paganismo que prosiguió a la caída del Imperio Romano, en plena expansión del cristianismo, a partir del siglo IV de nuestra era, venían recogidas una serie de rituales considerados maléficos, entre los que se encontraba el pacto con el diablo. En la imaginería cristiana encontramos el mito de Teófilo, un clérigo insatisfecho y desdichado que decide vender su alma al diablo para prosperar. En la Alemania del siglo XVI aparece el mito de Fausto,  personaje legendario - inspirador de multitud de novelas, óperas y películas- que ante la insatisfacción en su vida decide tratar con el diablo. Derivado del mito de Fausto encontramos al diablo Mefistófeles, que según cuenta la leyenda popular alemana era el subordinado de Satanás que se encargaba de capturar almas. En el siglo XIX el famoso violinista italiano Nicoló Paganini (cuenta la leyenda)  pactó con el diablo para convertirse en el mejor músico de todos los tiempos.
La etapa más brillante del blues eléctrico tuvo lugar en la ciudad de Chicago durante los 40 y los 50 gracias a la influencia del sello Chess, la escena de locales nocturnos y  por Muddy Waters. Los 60 trajeron nueva sangre de la mano de guitarristas como BB King o T-Bone Walker, creando un subgénero en el que se añadía a la banda una sección de viento. La forma siempre fue la misma: ritmo de rock y formas de blues. Los Ochenta (para mis orejas) estuvieron marcados por un solo nombre: Steve Ray Vauham.

La impronta del blues eléctrico se forjó finalmente en los sesenta con la adaptación de bandas inglesas como Cream (de la mano de Clapton), Yardbirds, los Bluesbreakers de John Mayall o Rolling Stones de lo que hacían intérpretes afroamericanos. Pero esa ya es otra historia…