miércoles, 18 de abril de 2012

Falso de Autor o Elogio de Van Meegereen



Es sabido que Miguel Ángel le vendió al papa Julio II algunas “esculturas griegas” que él mismo había esculpido… una “estafa pontificia” a todas luces, pero a) Miguel-no-tan Ángel necesitaba comer para vivir b) no dejaban de ser esculturas auténticas de Miguel Ángel que -con el tiempo- aumentaron el prestigio y el patrimonio del Vaticano. La leyenda cuenta también que cuando le llevaban cuadros a Picasso para que los autenticara, hubo casos en que el español se negó a reconocer su propia obra si el cuadro en cuestión ya no le gustaba. "¿Pero, maestro, no recuerda que le he comprado esta pintura a usted en este mismo taller?", exclamó un coleccionista angustiado. "Es que yo también pinto a veces Picasso falsos", contestó el pintor. Hay un mundo perfecto en las formas y artificial en la sustancia. Un mundo donde la apariencia perfecta es tomada por realidad, y la realidad por apariencia perfecta. Un mundo donde es muy fácil perderse: el mundo de las falsificaciones y los falsificadores. De las innumerables historias que circulan en este universo hay una en particular que me fascina.
Cuando al final de la Segunda Guerra Mundial en la Bélgica liberada comenzó la caza de colaboradores con los nazis la investigación llegó hasta las oficinas de un banquero en cuyos papeles constaba la venta al mariscal Goering de un cuadro de Vermeer, titulado Mujeres sorprendidas en adulterio. El banquero se quito toda responsabilidad delatando al verdadero vendedor, un tal Van Meegeren; que para los críticos de la época era un pintorzuelo de tercera categoría. El hombre en cuestión fue detenido el 29 de mayo de 1945. Después de un juicio exprés se le condenó rápidamente a muerte por traición a la patria y colaboración con el enemigo. En el juicio Van Meegeren manifestó en su defensa que había falsificado ese cuadro. No sólo ese –agregó- perteneciente a la colección privada del nazi Goering, sino también otros del mismo pintor. ¿Por dinero? No tan simple (si hay un psicólogo en la sala le ruego leer atentamente), desde que era niño su padre (que lo pretendía arquitecto) se burlaba de las inclinaciones artísticas del pequeño Han forzándolo a escribir cientos de veces: “No sé nada, no soy nada, no soy capaz de hacer nada, no llegaré a nada”. Posteriormente sus sucesivas muestras de pintura fueron rechazadas por la crítica de su época sin piedad. “Crítica” fascinada por ese entonces con Picasso, el cubismo y el surrealimo [1]. Van Meegeren sintió que su genio había sido erróneamente subestimado, y se puso a trabajar para probar a los críticos (¿Figuras paternas?) que él no sólo podía copiar el estilo de los maestros neerlandeses, sino que podía realizar obras de arte tan magníficas que rivalizaría con las obras de ellos, falsificando al más grande artista holandés del siglo XVII, Vermeer de Delft (del que sólo se conocían treinta y siente obras). De hecho uno de sus cuadros falsos, Los discípulos de Emaús, había sido certificado por Brodius, el especialista de más prestigio de la época, como una obra maestra de Vermeer y la Sociedad Rembrandt la había adquirido por la (no despreciable cifra para la época) de 170.000 dólares. Los jueces en el proceso no le creyeron, dada la perfección del trabajo. Para demostrar su inocencia pidió que le llevaran a la celda un lienzo y todos los colores, aceites y pinceles necesarios. Comenzó a falsificar el cuadro de Vermeer titulado Jesús entre los doctores… a mitad del trabajo, los jueces cambiaron de opinión, tal era la maestría de Van Meegeren. La pena de muerte por traición a la patria fue conmutada por una condena de dos años de cárcel por falsificación (después de todo había estafado a los mismísimos nazis) y de “traidor a la patria” pasó a “héroe popular” casi en un chasquido de dedos. Las autoridades trataron que Han revelara sus secretos, pero este viendo que había salvado el pellejo, se negó a descubrir un secreto que le había llevado siete años perfeccionar; esto es: cómo envejecía el lienzo, cómo obtenía los mismos pigmentos que usaba Vermeer, cómo disolvía las tintas viejas, cómo sometía al horno la tela para conseguir el craquelado peculiar del siglo XVII, cómo pegaba al lienzo pelos de comadreja sacados de los pinceles de la época y otras manipulaciones todavía más elaboradas y sutiles que se llevó a la tumba. Con lo cual, Han Van Meegeren (que murió de un infarto en prisión) fue el único pintor del que se tenga registro que literalmente “pintó para salvar su vida”.
Cuando estuve en Holanda –fascinado por la historia- fui primero a ver a los Van Meegeren originales (Vermeer truchos) que a los auténticos Vermeer (los no-Van-Meegeren ). En el museo había más gente interesada en los “falsos de autor” que en los originales de Vermeer. Tenía la sensación que Han estaba esbozando una sonrisa detrás de los lienzos… si no desde el más allá. Había burlado a todos, empezando por “papá”, siguiendo por los nazis y terminando con los especialistas y críticos de arte de su època. En ese momento pensé en el dicho de “Violencia Rivas”, la entrañable creación de Diego Capusotto: “la cantidad de pelotudos por metro cuadrado en ámbito académico, muchas veces supera –lejos- a la cantidad del hombre de la calle”.

[1] Salvador Dalì estaba obsesionado con la obra Vermeer en general y con un cuadro en particular “La encajera”, al que reprodujo “ad nauseam” en la propia obra.

viernes, 6 de abril de 2012

Los Seres Humanos Como Patologìa



«Quisiera compartir una revelación que he tenido durante el tiempo que he estado aquí. Me llegó cuando trate de clasificar tu especie: Me di cuenta que realmente ustedes no son mamíferos. Cada mamífero en este planeta desarrolla instintivamente un equilibrio natural con el ambiente que lo rodea, pero los seres humanos no. [Los humanos] se trasladan a un área, y se multiplican, y multiplican, hasta consumir cada recurso natural. La única forma de sobrevivir es instalarse en otra área. Existe otro organismo en este planeta que sigue el mismo patrón: El virus. Los seres humanos son una enfermedad, un cáncer para este planeta, una plaga…». Estas palabras son las que pronuncia el viscoso agente Smith mientras tortura e intimida a Morfeo, en la película The Matrix, 1999. Siempre me pregunté si los hermanos Wachowski (directores y guionistas de la saga) habían exagerado con esa afirmación en boca de su personaje. La respuesta me tardó seis años en llegar; estando en España, estudiando sostenibilidad de proyectos turísticos tuve que leer un artículo “Why are so many of us? Description and diagnosis of a planetary ecopatological process”. El autor de HERN, W.M. (1990) médico de profesión, apreció una fuerte analogía entre las características que definen los procesos cancerígenos y la incidencia de la especie humana sobre el territorio, apoyándose en las similitudes observadas entre la evolución de las manchas cancerígenas reflejadas en los escáneres y las que recoge la cartografía sobre la ocupación del territorio. Este autor enumeró las siguientes características de las patologías cancerígenas: 1- Crecimiento rápido e incontrolado. 2- Indiferenciasión de las células malignas. 3- Metástasis en diferentes lugares. 4- Invasión y destrucción de los tejidos adyacentes. Analizó después la relación de estas características con el reflejo territorial de las tendencias incontroladas del crecimiento poblacional, económico, etc.; con sus consecuencias destructivas sobre el patrimonio natural y cultural; con la extensión de los modos de vida y de gestión indiferenciados; con las metástasis que genera la proyección del colonialismo de los estados primero y de las empresas transnacionales después, a través de la “globalización” del comercio, las finanzas,… y los media. Todo lo anterior impecablemente apoyado con datos estadísticos e información científica. Las conclusiones de Hern W.M no distaban mucho de las del Agente Smith en la película. Pero –debo admitir- esta evidencia ya había sido apreciada hace tiempo por mentes igualmente brillantes, sin necesidad de sesudas reflexiones científicas: cuando, tras haberse independizado la India, los periodistas ingleses preguntaron a Ghandi si trataría entonces de alcanzar su país el “nivel de vida” británico, este respondió “si Gran Bretaña ha necesitado expoliar medio planeta para conseguirlo ¿Cuántos planetas necesitaría la India? Reconozco que en este artículo hay un hilo conductor que lleva a las arenas movedizas sino del pesimismo, a las del nihilismo total. Pero desde que he sido padre, me he auto impuesto el deber del “medio vaso lleno”, ahí va un cierre optimista: Las posibilidades de reconvertir el metabolismo de la sociedad actual dependen de que se replantee el modo de gestión imperante de los recursos económicos. Se trata de conseguir que el sistema económico actual "coevolucione" adaptándose a exigencias ecológicas, como había ocurrido durante buena parte de la historia de la humanidad, en vez de potenciar las patologías descriptas, que fuerzan la evolución degradante del medio a base de crear islas de orden y mares de deterioro. La cuestión clave es si esa “coevolución” se produce o no. En caso de producirse, tal “coevolución” afectaría también a los patrones de vida y de consumo tanto en países ricos, como en los países pobres. Es decir, que el cambio de aquellos presupone modificar la idea de sistema económico, de crecimiento, de desarrollo, de calidad o nivel de vida. Entonces -quizá entonces- tendremos entre manos un mundo mejor.