jueves, 17 de marzo de 2011

POEMA GLOBAL

Los hombres de mayor inteligencia, sensibilidad y empresa,
Los hombres más lúcidos de nuestro tiempo,
Están convencidos de que hay algo radicalmente equivocado,
Algo marchito en el orden y las instituciones actuales,
Algo enfermo en el giro de la economía,
Algo que no va en la distribución de los bienes,
De los fines y los medios de este mundo:
Algo agónico.
Algo que va más allá del destino de cualquier país en particular,
Es un vasto estertor en toda la sociedad,
Una gran alteración de todo el pensamiento,
De toda la estructura de nuestra civilización,
La atmósfera está cargada de decadencia y suspicacia,
De inseguridad y temor por el futuro.
Estamos en una época de crisis.
Crisis:
Que llega hasta las raíces mismas de nuestra civilización,
Crisis:
Que debemos enfrentar para librarnos de ella,
Si queremos salvar la humanidad,
Si queremos no entrar en un ciego vórtice auto aniquilador,
En un sordo impulso autodestructivo,
Que nos acerque rápida o lentamente,
A una nueva era de oscurantismo intelectual y de barbarie ética,
En la que se destruyan las realizaciones humanas más nobles,
Que la humanidad logró hasta ahora.

Esta sensación nos oprime a todos,
Con el peso físico de una carga,
Afligiendo nuestros espíritus,
Turbando nuestros corazones y nuestro sueño,
Vivimos un período de tensión angustiosa,
De seria ansiedad y desilusiones múltiples:
El mundo está en una condición de trance,
En un punto de inflexión,
El orden económico actual es injusto,
No solo porque hace a los hombres más desdichados,
Sino porque también los hace más inhumanos,
Menos compasivos,
Mas concientes de la propia y mísera burbuja existencial.
Menos concientes de su prójimo y de su entorno,
Más concientes de la propia, ínfima y minúscula
Parcela de realidad y poder.

La historia ha metido a nuestra generación,
En una época revolucionaria,
No siendo necesariamente “revolución”,
Violencia por parte de la muchedumbre,
Y matanza de la clase dirigente.
Cualesquier deseo urgente de cambio,
De profunda y drástica mutación,
En aquello que osamos llamar “vida civilizada”,
Es un deseo revolucionario.
Lo que hace que un período de revolución sea tal,
No es el hecho del cambio en sí, (omnipresente en la historia),
Sino el ritmo del cambio es lo que lo marca,
La época actual es una época de revolución,
Porque las mudas ocurren a toda velocidad,
Porque en todas y por todas partes estamos oyendo
El ruido de las cosas que se rompen,
De las roturas en las estructuras sociales, políticas y económicas
Que hasta ayer parecían eternas,
De los cambios en las creencias e ideas dominantes,
En las categorías fundamentales del espíritu humano
Que hasta ayer sostuvieron un mundo,
Una forma de mundo,
Nuestro mundo.

Un cometa podría colisionar la tierra,
O un venenoso gas surgir de sus entrañas,
Podría enfriarse el sol, o aproximarse mortalmente la luna,
Pero estas son posibilidades remotas,
Lo más probable es que la especie humana,
Pueda perecer por su propia mano y estupidez,
Por sus propios y deliberados actos,
Por el egoísmo profundamente entronizado
En la conciencia de la especie.
Es absurdo y trágico que debamos avanzar hacia la muerte
Cuando podemos avanzar hacia la vida,
En un mundo en el que todos deberíamos disfrutar,
Es absurda la producción de armamento versus la de pan.
Es absurda la existencia de la “razón del más fuerte” invocada a punta de fusil,
O a punta de elegante y sutil medida económica.
El mundo está de frente a una encrucijada...la más grande,
O se organiza como un todo, como una sociedad global,
O padecerá crisis periódicas cada vez más grandes, graves y generales,
Hasta devorarse a sí mismo.

O nace súbitamente lo nuevo,
O estamos de frente al último acto de desintegración,
Que precederá al nacimiento de una nueva comunidad mundial.
El fin puede tardar en llegar,
Puede demorar años, décadas, aún siglos,
El nacimiento de lo nuevo puede ser un parto difícil,
Pero es absurdo pensar que todo seguirá como hasta hoy,
Que continuará esta permanente quiebra de los valores humanos,
Hay una cíclica e inapelable lógica en la historia del hombre,
Desórdenes y confusión han sido siempre necesarios para acabar con lo viejo,
Con lo que ya ha dejado de ser útil,
Con aquello que es un obstáculo en el nacimiento de lo que está por venir.
Pero a estos períodos de oscuridad le han seguido siempre
Auroras que enriquecen la vida humana,
Más allá de lo que el mundo ha podido imaginar,
Lamentablemente si el viejo orden no cede, ( y tiene que ceder y morir ),
Caerá arrastrando consigo mucho de lo bueno,
De lo bello y verdadero ya logrado,
Talando vidas, derramando sangre,
Y destrozando el espíritu de muchos.
Ello se deberá a que somos incapaces de adaptarnos pacíficamente,
A este mundo por venir,
Que ha sido siempre indivisible en esencia,
Y ahora pugna por hacerse indivisible en los hechos,
Si por nuestra propia elección no damos un paso adelante,
Si no sacudimos las cosas muertas a nuestras espaldas,
Si los países opulentos se niegan a adoptar un estilo de vida más frugal,
Que signifique el sacrificio de sus ídolos queridos y reasegurantes,
Si no tenemos la imaginación y la valentía necesarias,
Para trabajar por la paz y la unidad del mundo,
Ellas se realizarán violentamente,
Una crisis más terrible aún abrirá nuestros ojos,
Y nos ayudará a abandonar nuestros viejos esquemas,
A romper nuestras formas rígidas,
Aquellas que paralizan nuestro impulso generoso, y frustran nuestra inteligencia.
Cuando hollamos la ley fundamental de la naturaleza,
Que es coherencia, unidad, respeto por el hombre y fraternidad,
No podemos esperar otro resultado que confusión, odio y guerra.
Jamás olvidemos que el caos y la confusión de nuestra vida exterior,
Son el reflejo de la confusión de nuestros corazones y nuestros espíritus.

No debemos confundir lo familiar con lo eterno,
Nuestra preferencia por el orden actual,
No debe confundirse con una ineludible ley del universo,
El impulso a la verdad y a la compasión que impregnan la vida humana,
Nos exigen que vivamos como individuos libres en un mundo amistoso.
Que vivamos como vecinos de la aldea global,
Controlando las fuerzas que pueden llevarnos a la autodestrucción,
Y usando los recursos de la naturaleza,
Para salud y felicidad de todos,
Esto hace necesaria una voluntad de paz,
El renunciamiento a muchos reclamos
Por parte de clases privilegiadas y estados nacionales.
Si somos verdaderos patriotas,
Nuestra adhesión no será local, racial o nacional,
Será humana.
Será el amor a la libertad de todos,
A la independencia, a la paz y a la felicidad social.
Lucharemos no por nuestro país sino por nuestra civilización,
Aseguraremos por medio de una organización cooperativa,
El desarrollo futuro de los recursos del mundo,
Para nosotros, para mayor beneficio de la humanidad,
Y las generaciones que nos sigan.
Nuestros “enemigos” serán derrotados simplemente
Porque todavía comulgarán con lo viejo,
Y no nos ayudarán a desbrozar el camino que conduce a lo nuevo.

Para asegurar una paz duradera,
Debemos eliminar las condiciones que favorecen las guerras,
No permitir que la furia del combate,
La tensión del sufrimiento,
El resentimiento por la agresión,
Deformen nuestro juicio sobre nuestros “enemigos”,
Debemos aprender a ser humanos aun con lo inhumano,
A mantener nuestro espíritu con la mirada en el futuro distante,
Y no nublar sus perspectivas con el odio insensato.
Fueron necesarios siglos de pacientes tanteos,
Y esfuerzos heroicos para aprender que la vida
En nosotros y en los demás es sagrada,
Que cada persona individual tiene su propio brillo,
Su encanto peculiar y su función única,
Solo basta que nuestra vista,
Sea lo bastante sensible como para percibirlo.
Para esto necesitamos reeducar el espíritu,
Perfeccionar la fe y la imaginación.
La razón y la voluntad del universo actúan a través del humano individuo,
La evolución no conlleva un destino inevitable, como las estrellas en sus órbitas,
Sus instrumentos son el espíritu y la voluntad del hombre,
Que puede conocer las fuerzas del ambiente que lo contiene,
Prever su actuación y regularlas.

Espero que no sean siglos los que tengan que pasar,
Para purgar al hombre de su intolerancia,
De su amor al poder y al placer insensato de humillar a sus enemigos,
Antes de que el hombre sea capaz de hacer los sacrificios de la propia comodidad,
De los propios privilegios en aras de la sociedad, la justicia y el crecimiento,
Debemos educar a la nueva generación,
En los ideales de la supremacía de la vida espiritual,
En el sentido de hermandad de todos los hombres,
Y en el amor a la paz,
Una terrible ceguera ha afligido a los hombres de esta generación agónica,
Que no dudaron en jugar con el dolor humano,
Con inmisericordes leyes económicas y de mercado en tiempo de paz,
Con agresión y crueldad infinitas en tiempo de guerra.
Lo que ha hecho naufragar el mundo que estamos dejando,
Es el dominio de una falsa filosofía,
Con suposiciones, creencias y valores engañosos,
“ La derrota de lo humano por lo material,
Es el punto más débil de nuestra civilización”.
Los oropeles del mercado han cobrado ya muchas víctimas,
Y si no existe entre nosotros la convicción,
De que los valores que nuestra civilización encierra son absolutos,
Sus instituciones inevitablemente decaerán,
Y sus reglas inevitablemente se convertirán en letra muerta,
Solo es cuestión de tiempo.

El fin de nuestra civilización no es el fin de la historia,
Puede ser el comienzo de una nueva era.
Debemos redescubrir nuestras raíces en lo eterno,
Reconquistar la fe en las verdades trascendentes,
En los valores humanos que ordenarán nuestras vidas,
Que disciplinarán nuestros elementos discordantes,
Y pondrán unidad y finalidad a nuestras existencias.
Si ello no ocurre así,
Cuando vengan las lluvias,
Cuando los vientos soplen y castiguen nuestra casa,
Nuestra casa se derrumbará.

Armando Azeglio julio 19, 2000